Líderes políticos, científicos, expertos y decenas de ONG tomarán el pulso a la Tierra en Copenhague desde mañana y hasta el 18 de diciembre y medirán la temperatura del cambio climático para recetar remedios que palíen los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Este es el postulado de los organizadores de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Copenhague (COP15) a la que tienen previsto asistir unas 15.000 personas de 192 países, entre líderes, ministros, organizaciones ecologistas y medios de prensa.
La conferencia quiere dar una respuesta categórica a la amenaza global del cambio climático para encauzar a la humanidad hacia un crecimiento sostenible para todos.
Así, pedirá a las naciones desarrolladas recortar hasta 2020 sus emisiones entre el 25 y 40% por debajo de los niveles de 1990 para limitar el aumento de la temperatura a dos grados centígrados por encima de los valores de la era preindustrial.
Con la industrialización ha aumentado el volumen de gases de efecto invernadero en la atmósfera, sobre todo de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, fundamentales para la vida en la Tierra, y que impiden que parte del calor solar regrese al espacio.
Además, el nivel del mar subió una media entre 10 y 20 centímetros en el siglo XX, y para 2100 se prevé que aumente de 9 a 88 centímetros más por la subida de las temperaturas, con lo que se expandirá el volumen del océano, aparte de que la fusión de los glaciares y casquetes polares incrementará el volumen de agua.
En el peor caso, el mar podría invadir los litorales fuertemente poblados de países como Bangladesh, provocar la desaparición total de algunas naciones, como las islas Maldivas, contaminar las reservas de agua dulce de miles de millones de personas y provocar migraciones en masa, considera la comunidad científica.
Sobre las causas del calentamiento global hay diversas opiniones, pero muchos expertos aducen que la razón principal de la subida de la temperatura es la industrialización iniciada hace siglo y medio y, en particular, la combustión de cantidades cada vez mayores de petróleo y carbón, la tala de bosques tropicales y métodos poco ortodoxos de explotación agrícola.
Pese al optimismo que se intentaba insuflar a última hora, el jefe de la conferencia, Yvo de Boer, ya situaba la fecha para un acuerdo jurídicamente vinculante en junio de 2010.
Esto significa que en Copenhague sólo se podrán aunar voluntades políticas hacia un documento sucesor del Protocolo de Kioto de 1997, vigente para 37 países industrializados hasta 2012.
Para que Copenhague sea un éxito, movimientos ecologistas como Greenpeace piden «un acuerdo justo, vinculante y ambicioso con el compromiso de que los países industrializados recorten las emisiones en un 40% hasta 2020 frente al nivel de 1990», además de poner fin a la deforestación tropical hasta esa fecha.
La enorme brecha entre los países industrializados y en desarrollo para frenar el calentamiento global y negociar una reducción de las emisiones de CO2 en la atmósfera es el principal escollo de este encuentro.
Las cantidades multimillonarias anuales que deberían aportar las naciones ricas a las pobres para paliar las devastadoras consecuencias del calentamiento global, cuyos efectos ya son visibles, han sido rebajadas por de Boer y otros expertos a 10.000 millones de dólares al año.
Esta propuesta es una cifra «modesta» pero es un inicio y es importante como «señal de confianza» hacia los países emergentes que no han causado los problemas del cambio climático, comentó a Efe Kandeh Yumkella, director general de la ONUDI, la organización de ayuda industrial de la ONU.
A su vez, las naciones en desarrollo y emergentes, como China, exigen unos de 400.000 millones de dólares hasta el año 2020 para adaptarse al cambio climático y serán clave en esta cumbre, dado su creciente apetito por la energía en las próximas décadas.
La asistencia de un centenar de jefes de Estado y de Gobierno, incluidos los de la Unión Europea, a la clausura de la cumbre debe servir para dar el espaldarazo final a un tratado legalmente vinculante en 2010.
En este contexto, el gobierno anfitrión danés, consideraba como muy positivo que el presidente de EEUU, Barack Obama, vaya a la clausura de la cumbre, el 18 de diciembre, en vez de al comienzo.
Sin embargo, la aportación del segundo país contaminante del mundo, por detrás de China, es modesta ya que Washington se ha comprometido, en término reales, a rebajar tan solo en un 4% sus emisiones hasta 2020, frente al nivel de 1990, según las mediciones aplicadas a los demás países industrializados.
Ofreciendo un baremo distinto, Pekín ha propuesto reducir «la intensidad de la emisión de CO2» entre un 40 y 50% hasta el año 2020, frente al nivel de 2005. China y EEUU contribuyen al 40% de las emisiones globales de CO2.
Via: Diario Libre