El lago Enriquillo ha duplicado su tamaño en los últimos ocho años y se ha tragado cientos de hectáreas de sembradíos en más de una decena de pueblos. En el vecino Haití, el lago Azuei, de menor magnitud, se ha estado expandiendo lentamente con la consecuente destrucción de campos agropecuarios y la interrupción del comercio al bloquear ocasionalmente una carretera fronteriza clave.
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BOCA DE CACHON, República Dominicana (AP)
El agua salada acabó con la cosecha de batatas y de plátanos de Domingo Bautista. Luego llegó hasta a su casa y a la carretera que recorre este valle de la frontera con Haití.
Bautista es uno de cientos de personas afectadas por una catástrofe que avanza lentamente: la misteriosa expansión de dos lagos. Nadie le dio mucha importancia cuando el nivel del lago más grande en el Caribe empezó a subir en un año de lluvias copiosas. Pero luego no se detuvo el crecimiento.
El lago Enriquillo, en la República Dominicana, ha duplicado su tamaño en los últimos ochos años y se ha tragado cientos de hectáreas (acres) de sembradíos en más de una decena de pueblos. En el vecino Haití, el lago Azuei, de menor magnitud, se ha estado expandiendo lentamente con la consecuente destrucción de campos agropecuarios y la interrupción del comercio al bloquear ocasionalmente una carretera fronteriza clave. Los dos lagos están a una distancia de sólo tres kilómetros y son alimentados por algunas de las mismas corrientes.
El fenómeno es un desastre silencioso y potencialmente catastrófico para dos países ya abrumados por graves problemas ambientales. La subida de las aguas ha empeorado exponencialmente en los últimos años, sobre todo después de las tormentas intensas que en 2007 y 2008 cayeron en la isla de La Española, compartida por los dos países. La tormenta tropical Issac ocasionó más lluvias en la región el mes pasado, y provocó más daños. Mientras la causa sigue siendo un misterio, las teorías sobre el motivo del crecimiento van desde que el sedimento y la basura taponean el sistema acuático, hasta un incremento de las tormentas por el cambio climático, pasando por la presencia de lluvias abundantes. Bautista, un agricultor dominicano, recuerda la manera en que el agua cubrió gradualmente sus cultivos de caña de azúcar, plátano y batata.
En cosa de dos meses, la familia tuvo que abandonar su casa de un dormitorio en Boca de Cachón, una aldea soleada. “»El agua empezó a caminar, a caminar por tierra; no fue de golpe, no”, lamentó Bautista, quien ahora trabaja como portero en una posada al costado de una carretera. El agua “venía entrando al paso; ella no entró de golpe de la noche a la mañana”.
El crecimiento de Enriquillo ha inundado 16 comunidades en dos provincias, más de 18,818 hectáreas (46,500 acres) y 1,000 propiedades, de acuerdo con un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo y el Centro Tecnológico y Científico de Detección Cooperativa de la Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA-CREST, por sus siglas en inglés) de la universidad City College de Nueva York.
En total, unas 10,000 familias han perdido ganado, sembradíos o sus casas. En Haití, las lluvias intensas hicieron que la situación se complicara el año pasado, al tiempo que decenas de familias tuvieron que desalojar. Muchos inmigrantes que cruzan hacia la República Dominicana para laborar en el campo no pudieron hacer el viaje. Sólo en la ciudad dominicana de Duvergé, cerca de 10,000 cabezas de ganado murieron en los últimos cuatros años, de acuerdo con Davil García, presidente de la asociación de agricultores y ganaderos de esa localidad. “Estamos hablando de una agonía, de un impacto que ha cambiado nueva forma de vida”.
Mientras los habitantes de Duvergé y comunidades aledañas pierden sus tierras para trabajar, muchos se ven obligados a emigrar hacia Barahona y Santo Domingo o en la zona turística de Bávaro, como ocurrió con dos de los hijos de 17 y 16 años de Norberto Cuevas, cuya parcela de plátano en el pueblo de Baitoas está bajo el agua salada del lago. “Esto es un evidente desastre ambiental”, dijo Antonio Perera, responsable en Haití del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. “Está ocurriendo lenta, lenta, lentamente, y no se verán los efectos inmediatos como en un sismo o un huracán”. (Continuará)
Por: TRENTON DANIEL y EZEQUIEL ABIU LOPEZ
Vía: Hoy