En uno de los rincones más apartados de la geografía nacional, en el extremo oriental de la isla, se forma una extensa duna o más bien un muro de arena con más de 12 kilómetros de longitud, que separa el mar de una franja verde hermosísima de manglares, la cual se extiende desde Macao hasta la Laguna de Bávaro.
La belleza impresionante de los paisajes costeros y la diversidad de atributos que la naturaleza le confiere a estos espacios, motivó al Estado Dominicano a brindarle una protección especial para que nada ni nadie pueda malograr, empañar o arruinar estos ecosistemas únicos y para ello se creó la «Vía Panorámica Costa Azul», mediante el Decreto Presidencial No. 233-96 del 3 de junio de 1996.
Un inmenso mar azul que reúne todas las tonalidades que el agua puede recrear: transparente o cristalina en la playa, pasando por el verde tenue, verde encendido, verde-verde, azul cielo y azul verdadero en las profundidades del horizonte; es el primer regalo que recibe el visitante. Sin embargo, para recrear los sentidos y gratificar el espíritu, nada mejor que acercarse al «Morro de Macao», apreciar su singular conformación de acantilados y rompevientos, para luego ascender hasta su cima y poder percibir las verdaderas dimensiones del paraíso que por encanto nos envuelve y se despliega en todas las direcciones.
Atrás o más bien en las oquedades del manglar, se esconde una laguna de primores donde descansan, cantan y se recrean cientos de aves migratorias que vienen de ultramar y que después de unas cortas vacaciones, regresan a las Bahamas, la Florida, Canadá y otros territorios continentales nórdicos de donde proceden. Este recinto encantado lo cubre la urdimbre de raíces adventicias del Mangle Rojo que la rodea y millares de neumatóforos del Mangle Prieto.
Costa Azul es un abrazo de esperanza que el mar le dispensa a la tierra. Este activo fijo del patrimonio natural de la República Dominicana le toca a usted y a mí, cuidarlo, disfrutarlo y defenderlo para que alcance para nuestros hijos y los dominicanos que habitarán la casa del mañana.
por Eleuterio Martínez
Publicado originalmente en el Listín Diario