P. Profesor, se ha suscitado una controversia por la exhibición de Manatíes en el Acuario Nacional, ¿cuál es su parecer al respecto?
R. El manatí, como casi todos los mamíferos marinos, es una especie muy mansa, dócil y carismática, que a pesar de ser uno de los animales precolombinos más llamativos de las costas quisqueyanas, no es muy conocido por los dominicanos y por lo tanto, resulta sumamente atractivo poder conocerlo y verlo de cerca.
En tal sentido, el Acuario Nacional, una institución oficial educativa, técnicamente bien dotada y reconocida por organismos especializados internacionales, que tiene por misión conservar muestras significativas de los recursos vivos del mar y las costas del país, podría desempeñar este papel.
Sin embargo, por la naturaleza de esta especie, de carácter gregario y muy sociable, acostumbrada a pastar en praderas marinas costeras, a descansar y refugiarse en caños y lagunas costeras, bajo la sombra de los manglares y a buscar los manantiales, desembocaduras de ríos o fuentes de agua dulce para reproducirse; es difícil mantenerlo confinado en ambientes artificiales, que jamás podrán suplirle los requerimientos vitales.
Por más grandes que sean los estanques y por más apropiada que sea la alimentación que se le brinde, nunca se podrán satisfacer todas las demandas de supervivencia del manatí, por lo tanto, está condenado a vivir forzosamente sobre un substrato de concreto, sumergido en aguas con poca o ninguna circulación, provocándole un estrés que disminuye su calidad de vida y le acorta su longevidad.
En otras palabras, la naturaleza parió al manatí para que viva libremente y aunque pueda domesticarse hasta cierto punto, no es para que pase toda su vida encerrado en un estanque. Si se presta atención al papel educativo y de investigación que encierra la misión del Acuario, hasta se podría aceptar los esfuerzos por crear un espacio para la exhibición de este mamífero marino.
La racionalidad y el buen juicio deben imponerse. Si queremos conocer el manatí, tendremos que ir a verlo en su hábitat natural, como el Santuario de Mamíferos Marinos del Norte, en la desembocadura del Río Bajabonico, las costas de La Isabela, en medio de la albufera y manglares de Estero Hondo y el litoral de Monte Cristi, entre Bahía Icaquitos y Bahía de Manzanillo.
¿Cómo disfrutar haciendo prisioneras las especies que la naturaleza creó libres? La crueldad siempre será injustificable.