P. Después del susto que nos dieron la tormenta Olga, la presa de Tavera y el Yaque, la vida aquí en Santiago ha dado un salto hacia la calidad del ambiente y cuando vemos la belleza del entorno de Nibaje, la Curva de Bella Vista y Rafey, hasta se despierta la esperanza de que la Ciudad Corazón pueda vivir nuevamente de frente al río, ¿será eso posible, podemos soñar que el arrabal no nos secuestrará nuevamente nuestro Yaque Dormilón?
R. Vivir de frente y no de espaldas al río, tiene que ser la consigna y la meta de los dominicanos que amamos la naturaleza y en particular, de los que admiramos la gran arteria fluvial que rodea el entorno meridional de Santiago de los Caballeros. Esta legendaria urbe cibaeña ha tejido su historia entorno al Yaque. Santiago es un hijo del Yaque y así quedó patentizado desde el siglo XVI, cuando un terremoto en 1562 destruyó los cimientos del primer Santiago de América, provocando su traslado a las riberas del Yaque del Norte, justo en la inflexión de su meandro mayor, al salvar las últimas colinas del pie de monte de la Cordillera Central para adentrarse en la inmensa llanura del Valle del Cibao Occidental que pacientemente él mismo había construido a lo largo de su existencia con los sedimentos arrastrados desde el Piquito del Yaque, La Rusilla y La Pelona.
“Vivir frente al Río” fue el sueño de Juan Bautista Pérez Rancier, Miguel Canela Lázaro y la Alianza Cibaeña desde 1920, cuando bautizaron su mayor fuente de inspiración como el “Yaque Dormilón”. Desde entonces la Cámara Civil y de Comercio de aquella ciudad que nucleaba los nobles intereses de la progresista Región Cibaeña, emprendieron una lucha indetenible por la conservación del Yaque, misión coronada el 27 de Noviembre de 1928, con la creación del Vedado del Yaque del Norte.
Hoy como ayer Santiago, sus autoridades edilicias y legislativas, organizaciones civiles, la Sociedad Ecológica del Cibao y todos sus moradores tienen por delante un gran reto: “sostener las áreas en proceso de rescate y avanzar en aquellos frentes que demandan intervenciones puntuales”. No solo es cuestión de dinero, sino de sueños y voluntad.
“Vivir frente al Río” es el punto de partida para una cultura de respeto a la naturaleza, para que nunca más se arroje basura a los cauces y se les devuelva la belleza que siempre les ha caracterizado.
Por: Eleuterio Martínez
Hoy Digital