P.Profesor, cuando contemplamos el drama de los refugiados climáticos del Lago Enriquillo en Boca Cachón, los majaítos de La Barquita en Santo Domingo o los escurridos del Hoyo de Bartola en Santiago, caemos en cuenta de que el problema de los picos sequías – inundaciones no tiene solución, si también vemos el ganado muriendo de sed en la línea noroeste, después de 7 meses sin llover… ¿a usted qué le parece?
R. Que sí hay soluciones porque los picos no tienen que ser tan pronunciados, las sequías tan severas, ni las inundaciones extremadamente catastróficas…, todo depende de qué tan ancha sea la alfombra verde tendida en el lomo de la montaña y de cuán efectiva resulte la esponja que recoja las lluvias para llenar las presas invisibles o subterráneas que construyó la naturaleza en las laderas de las montañas o en el piedemonte.
Cuando el verde supera lo gris en las cumbres cordilleranas, el valle y las llanuras son más fértiles y productivas, la producción de alimentos y la ganadería se ven florecer y, antetodo, se garantiza el suministro de agua en calidad y cantidad a los acueductos, canales de riego y al turismo; amén de todo el bienestar colateral de la producción hidroeléctrica, la recreación y el ecoturismo que se practica dentro del bosque o en los saltos de agua que cuelgan de las cuencas hídricas más altas.
Todo ello es posible si existe la alfombra y la esponja funciona, si los embalses de la napa freática se recargan real y efectivamente. Así las cosas, los picos se hacen ondulados, las crecidas son paulatinas, el cauce empedrado del río vuelve a correr cristalino y el equilibrio ecológico impera, creando el inmenso huerto que rodea las ciudades y pueblos establecidos en valles y costas de esta media isla.
¿Por qué no lo hemos comprendido?, porque no nos detenemos a contemplar el drama de la deforestación cuando las montañas quedan totalmente desnudas y las aguas se precipitan violentamente por las laderas montañosas cargándose los suelos; cuando no podemos captar el mensaje de un río desbordado y con color chocolate, debido a la hemorragia causada por las heridas de los desmontes y el conuquismo en pendientes escarpadas.
Vivimos en una isla que se empequeñece con la deforestación y se ensancha con las áreas protegidas. ¡Por Dios, paremos los desmontes en los parques nacionales “La Hispaniola” y “Máximo Gómez”!