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Consultorio Ecológico con Eleuterio Martínez

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P.- Martínez, la minería es una actividad económica útil, rentable y necesaria para el desarrollo nacional, que puede realizarse con transparencia y supervisión. Muchos países han alcanzado su desarrollo aprovechando los recursos del subsuelo, ¿no le parece?

R.- Indudablemente que es así. A nadie hay que convencer de que la minería es útil y necesaria para el desarrollo nacional. Su importancia se valora desde el paleolítico y se confirma desde el neolítico hasta nuestros días, al constituir el principal soporte para los avances tecnológicos que caracterizan la actual civilización humana que reina sobre el planeta.

Tampoco se discute que ella es necesaria y tiene que entrar en juego al analizar la gama inmensa de posibilidades de la parábola del desarrollo de la nación dominicana. Es una actividad legítima y soy el primero en reconocerlo, pues si se realiza con transparencia, con los estudios y una correcta valoración de los impactos, sumados a una adecuada supervisión para garantizar la mitigación y la remediación, no hay dudas que la minería podría jugar un papel estelar en el bienestar de la sociedad dominicana.

Pero aun con todas esas bondades, la realidad demanda prudencia. La agresividad ambiental de sus prácticas, no importa lo tecnificadas y sofisticadas que sean, aconseja cautela y blindar el patrimonio natural y cultural innegociable para las presentes y futuras generaciones, que requerirán los mismos recursos naturales que nosotros para construir su propio desarrollo.

Lo de “rentable” lo dejaría para un análisis de mayor ponderación, pues aunque en el mundo no se conoce ningún proyecto de esta naturaleza que se haya desarrollado por largo tiempo sin que sus promotores hayan recuperado su inversión y exhibido grandes beneficios, indicando con ello que ese tipo de rentabilidad no se cuestiona, pero el país, el verdadero dueño de la mina, ¿qué recibe a cambio?, salvo el pago de impuestos y unos beneficios tan limitados que casi nunca logran compensar la perturbación y los daños permanentes al ambiente y los ecosistemas.

Con más de medio siglo de minería y grandes explotaciones de oro, plata, ferroníquel, bauxita y rocas calizas, no tenemos mucho que exhibir  en términos de aportes concretos al desarrollo, pero sí un pasivo ambiental tan grande que va desde Pueblo Viejo hasta El Pomier, dejando huellas imborrables en La Peguera, Frasier, Ortega, Las Mercedes y Aceitillar. El amor no quita conocimiento. Somos una isla, un paraíso por demás que no puede ser malogrado por la minería.

Por: Eleuterio Martínez
Hoy Digital