P.- El tema de la deforestación es hoy el detonante de la situación explosiva de la frontera, sin embargo mañana puede ser el agua o la desertización o la perturbación ecosistémica de una isla políticamente dividida, pero naturalmente unida, ¿no le parece que se debe ir más lejos y englobar iniciativas coherentes, inclusivas y a largo plazo?
R.- Comparto plenamente vuestras inquietudes, pero si somos realistas, a lo único que podemos aspirar con algunas posibilidades de éxito, es lograr una convivencia pacífica y respetuosa entre haitianos y dominicanos y, de igual forma, entre seres humanos y la naturaleza.
Me han tildado de pesimista ante la variopinta realidad ambiental fronteriza, no obstante, soy un hombre de fe, más que optimista, realista y plenamente convencido de que la naturaleza no se equivoca. Ella representa el escenario donde Dios pone a prueba la eficiencia sus instrumentos y la perfección de los mecanismos con que opera en el taller de la Creación.
Pero no podemos olvidar que nuestra inteligencia es la mejor expresión de los mecanismos con que opera la evolución, para garantizar la convivencia y la marcha indetenible de la biodiversidad. Si nos equivocamos, no es la naturaleza la que pierde a la larga, si no las especies que operan en sentido contrario a la realidad.
Y la realidad fronteriza es una lucha absurda, de guerra contra la naturaleza, tratando de sacarle provecho a todo y sin la menor consideración ambiental. Haití cada día está más cerca de la frontera, su población se mueve vertiginosamente hacia el Este y el único obstáculo que la detiene es el verde, el bosque y el río.
Pero asombrosamente, la misma tendencia de movilidad que experimenta la población haitiana, se repite de este lado de la frontera, pues cada día son más los dominicanos que emigran hacia el Este. Casi la mitad de los haitianos viven en la frontera y menos de un cuarto de los dominicanos permanecen allí. No hay punto de comparación entre estas naciones que comparten La Hispaniola. Si hablamos de cantidad a la hora de abordar quienes dominan la frontera, la balanza se inclina hacia un solo lado. No es una frontera política la que nos separa, sino, una barrera ecológica, dividiendo el desierto de una tierra aun vestida de esperanza. Es una pena, pero ni a Dominicana ni a Haití le importa lo que está ocurriendo en la frontera, cada día más desvanecida y sin horizontes.
Por: Eleuterio Martínez
Hoy Digital