P. Profesor, en vista de que la capital dominicana es una gran urbe cuyo desarrollo demanda, reclama y exige una planificación holística y un gobierno capaz de orientar sus procesos esenciales y disminuir al máximo el caos en el uso del espacio, ¿quién está pensando la ciudad, quién la gobierna, donde está su cerebro?
R. Lamentablemente la ciudad de Santo Domingo, con más de 500 años a cuestas y una historia repleta de epopeyas coloniales y las leyendas más pintorescas del encuentro de las dos razas que le dieron origen al Continente Americano, en estos momentos luce indefensa, a la deriva y huérfana de un cerebro que la gobierne, oriente sus pasos hacia el porvenir y establezca el horizonte a donde llegar.
El desarrollo debe ser gobernado para que no se convierta en caos, máxime cuando se trata de un ente viviente como lo es la ciudad. Es imposible alcanzar el éxito con múltiples instituciones interviniendo un mismo espacio con políticas atenuantes y hechas a la medida de sus intereses, sin un ente coordinador que maneje y dirija los procesos.
Todo el mundo aplaude el remozamiento de la Zona Colonial que está encaminando el Ministerio de Turismo, todas las plazas y parques recreativos del Ayuntamiento del Distrito Nacional y las municipalidades del Este, del Norte y del Oeste, las infraestructuras viales de Obras Públicas, ¿pero a cuál política de desarrollo obedecen?, ¿cuál es la estrategia?
La ciudad es un ser viviente, un todo orgánico que para su salud, bienestar y calidad de vida, requiere de una coherencia funcional y una sinergia positiva en sus sistemas circulatorio, respiratorio, lúdico, depurativo e inmunológico, donde ordene y mande un médico general y los especialistas se circunscriban a sus respectivos ámbitos de actuación.
Desde que se eliminó el Consejo Nacional de Asuntos Urbanos, vemos a Santo Domingo, sus municipalidades satélites y las urbes del resto del país, desarrollarse espontáneamente, sin una orientación del destino al que se pretende arribar, sin políticas claras pensadas hacia el bienestar ciudadano, sus principales protagonistas y sin saber qué hacer para resaltar sus atractivos ante quienes nos visiten, para que se lleven el sabor y el más hermoso recuerdo de haber visitado los asentamientos humanos más originales de un tesoro que flota entre el Océano Atlántico y el Mar Caribe, cuyos aborígenes acertaron bautizar con el nombre de Quisqueya.
Por ELEUTERIO MARTÍNEZ
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