El affaire “Conservacionistas vs. Cementera” generado por el interés de un poderoso consorcio económico de instalar una industria en un área definida como de alto interés ecológico, pero potencialmente generadora de miles de empleos para los moradores de la propia zona, ejemplifica la manera dramática en que un manejo inadecuado de una situación conflictiva termina perjudicando los intereses de la mayoría silenciosa de la población.
No importa el tipo de conflicto de que se trate las posiciones radicales siempre terminan obnubilando la razón y perjudicando a todos, hasta a los que pudieran considerarse victoriosos.
El tema de conservación en oposición a desarrollo es una cuestión muy delicada y requiere de análisis y ponderaciones menos emocionales y de discusiones más racionales. Esto así porque esta comprobado que los pueblos del mundo que se han desarrollado y avanzado hacia estadios de mayor bienestar para su gente lo han hecho no conservando únicamente las riquezas que la naturaleza les ha prodigado sino haciendo uso inteligente de las mismas para beneficio de sus pueblos.
El ejemplo Israelí es de antonomasia en razón de que es un territorio prácticamente infértil, no obstante es uno de los pueblos mas avanzados del planeta porque han logrado generar riquezas de notables condiciones territoriales y geográficas adversas.
Una de las debilidades definitorias de nuestra cultura e idiosincrasia isleña es la costumbre de creer y entender que los conflictos creados atañen de manera exclusiva a nuestra sociedad, olvidando que general y usualmente son desacuerdos planteados y en ocasiones resueltos en otras latitudes del mundo.
En un lugar tan lejano como la Comunidad Autónoma Española de Extremadura se plantea una situación similar con la propuesta de instalación de un complejo petroquímico en esa región cuyo debate es seguido con atención por el profesor titular de Química Analítica de la Universidad de Extremadura Eduardo Pinilla Gil, quien afirma que “es comprensible y razonable el interés, preocupación e inquietud que despierta el proyecto. Por una parte, se crean legítimas expectativas de empleo en unas áreas de actividad que escasean en nuestra región.”
En consecuencia, si bien es innegable que todas las actividades productivas humanas comportan riesgos ambientales, a veces imprevisibles, no estamos en absoluto inermes ante la contaminación. Existen mecanismos legales y tecnologías de protección que deben funcionar estrictamente, medidas de vigilancia y control que han de llevarse a cabo con rigor y eficacia. Y esto es válido para todas las actividades, sean industriales, agrícolas, ganaderas, de servicios, o particulares.
Este profesor universitario cree que “es obligado estudiar y debatir con detalle, reflexivamente, las propuestas industriales, a fin de que los responsables puedan tomar la mejor decisión sobre cada una de ellas, y en caso favorable asegurar su óptimo funcionamiento con el mínimo riesgo. Si logramos un desarrollo armonioso y solidario del sector primario agroganadero, del sector secundario industrial y del terciario de servicios, y logramos además el compromiso de todos ellos y de la sociedad en general en la protección y mejora de nuestros tesoros medioambientales, estaremos en el buen camino para ser una región próspera, competitiva y sostenible.” Valido aquí, allá y acullá.
Por: Donald Rowland
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