Las ciudades de América Latina y el Caribe consumirán en 2050 entre dos y cuatro veces más recursos de lo que es sostenible si no optan por una planificación integral y aumentan la eficiencia de sus sistemas y la circularidad, advierte un estudio reciente elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
América Latina y el Caribe es predominantemente urbana, y la tendencia apunta a que será aún más a mediados del siglo XXI, con alrededor del 90% de su población total viviendo en alguna ciudad. La necesidad de avanzar hacia urbes más eficientes y sostenibles en la región es y seguirá siendo una prioridad en el futuro próximo.
El informe El peso de las ciudades en América Latina y el Caribe: requerimientos futuros de recursos y potenciales rutas de actuación, elaborado en conjunto con el Panel Internacional de Recursos y publicado en diciembre, señala que la falta de circularidad implica la degradación grave de ecosistemas vitales, lo que tiene un impacto catastrófico no sólo en la naturaleza, sino en los medios de vida y la salud y bienestar de las personas.
Gases de efecto invernadero
El texto explica que las metrópolis del mundo generan hasta tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero y plantea que la eficiencia de recursos podría disminuir la demanda de materiales vírgenes entre un 15% y un 25%, dando como resultado una reducción de emisiones del sector industrial de hasta 30%.
Según el informe, las ciudades de América Latina y el Caribe consumían anualmente entre 12,5 y 14,4 toneladas per cápita de recursos en 2015. Más de la mitad de la acumulación de material urbano de la región se encontraba en las ciudades de Brasil (38,1%) y México (21,1%).
Con una población regional proyectada en 680 millones de personas para 2050, el consumo material doméstico urbano podría aumentar hasta las 25 toneladas per cápita, muy por encima del rango de 6-8 toneladas per cápita que se considera sostenible.
La directora regional del PNUMA en América Latina y el Caribe señaló que muchos de los habitantes de la región sufren hoy los efectos del uso insostenible de recursos en forma de degradación ambiental, falta de acceso a los servicios y perspectivas de un futuro sombrío.
La planificación es vital
“Planificar una transformación sostenible es crucial si aspiramos vivir en una región más limpia, en armonía con la naturaleza y sin dejar a nadie atrás. Ahora que urge una recuperación sostenible del COVID-19, este informe alumbra el camino en la dirección correcta”, añadió Jacqueline Álvarez.
El estudio asevera que, si impulsan una transformación sostenible, las ciudades de América Latina y el Caribe pueden reducir a la mitad su consumo de recursos como combustibles fósiles, minerales y alimentos, al tiempo que combaten la pobreza y la desigualdad.
Para ello propone un paquete de medidas en cuatro ejes —transporte y movilidad sostenible, edificaciones eficientes y sostenibles, residuos, y agua y saneamiento— con el fin de reducir el consumo de recursos, los residuos, el daño ambiental y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esas provisiones buscan aumentar la eficiencia de recursos a través de la circularidad, la conectividad y la restauración de ecosistemas, entre otras medidas.
De acuerdo con los autores del informe, la región debe aumentar la densidad de población, puestos de trabajo y servicios en un conjunto de centros urbanos conectados por un transporte público eficiente y asequible.
Además, requiere edificaciones más sostenibles, impulsar la circularidad, aprovechar los residuos orgánicos y una gestión hídrica que incluya el tratamiento y la reutilización de aguas, así como la restauración de ecosistemas asociados.
Se puede mejorar el panorama
El texto asegura que si se instrumentan esas medidas, las ciudades latinoamericanas y caribeñas podrían reducir su consumo material anual a entre seis y siete toneladas per cápita para 2050.
También destaca las acciones que ya se están tomando en esta línea, como las mejoras al transporte público de Fortaleza, Brasil, que incluyeron un mayor espacio para bicicletas y peatones; la “cosecha” de agua de lluvia en la Ciudad de México; y el proyecto de calefacción distrital de Temuco, Chile.
El informe apunta que el espacio construido de la región creció un 99% en 40 años, casi a la par que el aumento de la población urbana en ese periodo, que alcanzó el 95%. Debido a la incapacidad de la mayoría de las ciudades para absorber el crecimiento, se exacerbaron la inequidad social y la injusticia ambiental.
Ante este escenario, argumenta que la brecha de desigualdad implicará resolver la precariedad que enfrentan las poblaciones más vulnerables, por ejemplo, la lejanía de los servicios urbanos, la infraestructura deficiente, las condiciones de violencia y la contaminación.
Para los autores del estudio, la mejor forma de abordar esos desafíos es con una transformación sostenible, lo que precisa dedicar mayores esfuerzos a las ciudades intermedias, que crecen de forma más acelerada que el promedio. Asimismo, instan a impulsar una mayor cooperación y alianzas más sólidas a nivel subnacional, subregional y regional