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Compensando a Bonao

bonaoEn una columna anterior expresamos que por razones de equidad y economía el Estado debía compensar a Bonao por el impedimento a la explotación de Loma Miranda. Algunos lectores nos han cuestionado sobre si esa compensación se justifica, dado que el yacimiento de oro no fue puesto allí por los habitantes de la zona ni se debe a nada que ellos hayan hecho.

Lo primero a tener en cuenta es que eso no sólo sucede con la minería. Ciudades portuarias se desarrollan donde hay bahías resguardadas. Áreas turísticas aprovechan playas y montañas. Urbes comerciales dan uso a ríos navegables. Y comunidades agrícolas crecen en terrenos productivos.

El uso de cualquier recurso natural suele afectar el medio ambiente. La diferencia está en que los efectos de la minería pueden ser mucho más evidentes, lo que se añade a la percepción de que el uso de recursos mineros implica agotarlos, hacerlos desaparecer, cosa que no ocurre con igual fatalidad en sectores como el agrícola y el turístico.

En términos económicos, la base conceptual de la compensación radica en que se pide a una comunidad abstenerse de explotar un recurso natural ubicado en su zona y prescindir de un volumen cuantificable de actividad económica. Si el recurso no se ha explotado nunca, el perjuicio es menor porque la pérdida será sólo potencial. Pero el daño es más grave si la actividad económica de la comunidad ya se ha adaptado a la explotación del recurso.

Bonao no sería lo que es hoy sin la operación minera. Los proveedores de bienes y servicios, desde ferreterías a talleres de mecánica, y desde médicos a bancos y salones de belleza, se han desarrollado en ese contexto, marcados por la huella de la minería.

Si el resto del país considera que Bonao, con su sacrificio, le ha generado un beneficio ecológico, debe retribuirle pagándole, aunque sea de modo parcial, el valor de esa «externalidad» positiva que Bonao le ha dado.

Vía: http://www.diariolibre.com