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miércoles , noviembre 13 2024
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Ciencias, emotividad y lucha ambiental

Escrito por: Osiris de León 

Desde hace 25 años, cuando el Presidente Joaquín Balaguer creó la Comisión Nacional para el Medio Ambiente, la comunidad ambiental dominicana ha asumido una gran multiplicidad de luchas ambientales y sociales en procura de que el crecimiento urbano, agrícola, energético, industrial, hotelero y minero responda a criterios de sostenibilidad ambiental, a fin de aprovechar los recursos naturales sin degradar la calidad de las aguas, del aire y del suelo, y sin destruir la flora.

Los ambientalistas hemos debido soportar miles y miles de insultos por parte de los clásicos desarrollistas que no han entendido que el crecimiento urbano y las actividades productivas producen impactos ambientales negativos que deben ser previamente ponderados y correctamente dimensionados para plantear científicamente su anulación, su mitigación o su compensación. Eso es desarrollo sostenible.

En esas grandes luchas, los ambientalistas hemos obtenido grandes triunfos ambientales y sociales, auxiliados por el conocimiento científico, por la verdad y por la razón, porque las ciencias se sustentan en la investigación, en el análisis y en la razón, nunca en la emoción, y en cada lucha ambiental ha quedado demostrado que hemos predicado el evangelio de la conservación, desde un pilar cimentado sobre la roca sólida del conocimiento científico, y con la razón.

Muchos han pensado que esos triunfos ambientales han sido fruto de la casualidad, o del fanatismo de la sociedad, pero no ha sido así, y basta citar la lucha ambiental en contra de la construcción de una cementera en Los Haitises, donde el ministerio de Medio Ambiente, el Vice Presidente de la República y periodistas amigos del gobierno, dijeron que los ambientalistas enemigos del desarrollo estábamos pagados por cementeras privadas para evitar competencia en el mercado. Pobre argumento fruto de la ausencia de sólidos argumentos para la defensa.

Cuando el gobierno vio que la cementera en Los Haitises era rechazada por 85% de la sociedad, y que una sentencia del Tribunal Superior Administrativo ordenaba detenerla, pidió el auxilio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), para que estudiaran la hidrogeología de Los Haitises y le dijeran si lo planteado por los ambientalistas dominicanos y por la Academia de Ciencias era válido o no.

Ambos informes de ambos organismos internacionales concluyeron exactamente lo mismo que habíamos planteado los ambientalistas dominicanos, y entonces el gobierno aceptó nuestros planteamientos y ordenó que la cementera fuese emplazada en otro lugar, y el nuevo lugar escogido para la cementera no lo hemos objetado porque se cumplió con lo originalmente solicitado de preservar a Los Haitises, y nuestra lucha no era contra la empresa cementera, ni contra el proyecto, sino a favor de la preservación de Los Haitises. Y eso debe quedar claro.

Hay muchas personas que con la mejor buena fe y con el mayor espíritu de conservación de los recursos naturales plantean objeciones públicas a determinados proyectos, pero esas objeciones están cimentadas en aspectos puramente emocionales y no en investigaciones científicas, y eso es muy delicado, porque si construimos murallas de oposición sobre la base exclusiva de la emoción, nos exponemos a perder las batallas científicas, las batallas legales y hasta la credibilidad pública, y eso sería muy perjudicial para las futuras luchas ambientales.

Cuando nos oponemos emocionalmente a determinados proyectos, sin disponer de datos científicos que avalen nuestras objeciones frente al gobierno, frente a la empresa y frente a los jueces, estamos abriendo las puertas para que el gobierno o las empresas a cargo de esos proyectos busquen asesoría científica, nacional o internacional,  y nos ganen la batalla en todos los escenarios de debate, lo cual nos restaría crédito público para futuras batallas ambientales.

Si vamos a objetar un determinado proyecto, asegurémonos de contar con una evaluación de impacto ambiental que demuestre científicamente su inviabilidad ambiental, y presentemos datos irrefutables que avalen nuestra objeción, pero si una evaluación de impacto ambiental, seria,  demuestra científicamente la viabilidad y sostenibilidad ambiental del proyecto, entonces nuestro papel es ser guardianes del fiel cumplimiento de los procedimientos a seguir para garantizar la conservación ambiental del entorno, y los planes de recuperación ambiental recomendados.

El prestigio que la comunidad ambiental dominicana ha ganado en buena lid, a lo largo de muchos años de luchas ambientales, no debemos perderlo apoyándonos sobre la base erosionable de la emotividad, salvo el caso que esa sea una intención deliberada de quienes en el pasado se han sentido lastimados por las extraordinarias victorias ambientales obtenidas por la comunidad ambiental dominicana, y ahora estén incitando a luchas ambientales que requieren de mayor cantidad de información científica, y que sea con el único fin de desacreditarnos a todos los ambientalistas.

Cuidemos la credibilidad ambiental que tantos sacrificios y esfuerzos nos han costado.

Un comentario

  1. PARA MAYOR CONOCIMIENTO, OSIRIS DE LEON, TAMBIEN EXISTEN LAS EMOCIONES DE LA CIENCIA Y LA POLITICA, EN TU CASO.

    NINGUN TECNICO CUALIFICADO EMITE EMOCIONES, SIEMPRE QUE EMITA JUICIOS PROFESIONALES SOBRE LA BASE DE LA EXPERIENCIA DE LA CIENCIA.

    SI NO SE ACTUA CON ÉTICA Y MORAL, SEA FUNCIONARIO, POLITICO O CIUDADANO, NO PUEDE EXISTIR CONCIENCIA INTEGRA PARA QUE COMO SER EN SOCIEDAD PUEDA SU ACCIONAR SER DE BIEN CORRELATIVO A LA JUSTICIA SOCIAL EN SU CONJUNTO.