35 Organizaciones ecologistas y comunitarias de todo el país se reúnen en el Instituto Politécnico Loyola para alzar su voz y exigir respeto por la memoria de los que han muerto.Desde que amaneció, por allá en el alba de los tiempos, ellos no han dejado de realizar el único oficio que aprendieron y para el cual fueron creados: transportar, llevar o conducir la esperanza líquida desde la tierra hasta el mar, cerrando un ciclo maravilloso construido por unos lazos invisibles que unen el fondo del mar con las cumbres de las montañas. Si, así es, un puente tan firme como las nubes sirve de canal para devolver a la tierra firme toda el agua del mar. Es decir, los ríos son canales muy bien definidos que conducen el agua desde las montañas hasta la orilla del mar, mientras que las nubes son todo lo contrario, a su paso del mar a la tierra, lo hacen por senderos desconocidos, plasmados en el aire y por eso nadie puede hacerle daños u obstaculizar su discurrir.
De la armonía que pueda darse entre los dos sistamas de vida más importantes que existen en la biosfera (el mar y la tierra), también depende la existencia del ser humano. Es por ello que nunca se debería romper el vínculo que los une: el agua. Es decir, la tierra y el mar están unidos por el ciclo hidrológíco que constantemente está bombeando agua desde los océanos hacia tierra firme, donde las montañas se encargan de atraparla y regularla con sus árboles, para luego devolverla a su punto de orígen, renovada, oxígenada y fresca. Es así como los ríos se convierten en los principales mensajeros de la vida. Su destrucción es más grave que la muerte física de una planta o un animal, pues no sólo se trata de la vida en sí, sino algo más importante, en la eliminación de una fuente de vida (de innumerables o infinitas expresiones biológicas que dependen de su existencia).
¿Quién no entiende la misión de un río?, ¿cómo es posible que su mensaje no se haya interpretado fielmente, que no se le permita transitar libremente por la ruta que con la ayuda de Dios logró establecer para darle vida a todo lo que encuentra a su paso y finalmente alimentar con con balde de agua fresca a las criaturas que viven en el mar?
Ha llegado la hora de darle un respiro a los ríos, borrar esa imagen tétrica de corrientes lánguidas, de cauces secos y márgenes destruidas por obra y gracia de las retro, las dragas y las palas mecánicas, esas epilépticas criaturas apocalípticas que encarnan y llevan la idea del desarrollo, la única receta que se nos ha vendido como la fórmula mágica para alcanzar la felicidad. Para ello se dieron cita unas 35 organizaciones ecologistas y comunitarias en el Instituto Poletécnico Loyola de San Cristóbal, para decirle a los granceros que ya se le venció el plazo para seguirle arañando las entrañas a los ríos, para decirle al país: !basta ya!, nosostros (sus hijos) no podemos seguir siendo los verdugos de la naturaleza, nuestra propia madre, la que nos dio y sostiene con vida.
SE AGOTO EL PLAZO PARA LAS GRANSERAS
Es cierto que la deforestación en las cabeceras de los ríos es la causa principal de su muerte, pero las granseras son quienes le dan la estocada en el corazón para acabar con su existencia
ELEUTERIO MARTINEZ
Santo Domingo
El pasado domingo 18 de los corrientes se cumplieron los 60 días que el presidente de la República le dió de prórroga a los dueños de granseras para que salieran de los cauces de los ríos e iniciaran sus operaciones en áreas de canteras (minas secas). Pero tal parece que solamente los afectados están atentos a esta situación, y a la espera de que esta vez no ocurra lo de siempre: ‘‘los granseros hacen caso omiso a esta disposición oficial convencidos de que tienen el sartén por el mango y de que una y otra vez habrá que complacerlos’’.
Estas operaciones están prohibidas desde 1971 y en particular, desde 1987 para los ríos Nigua, Yubaso y Nizao, fecha desde la cual se les ha ido dando prórrogas sucesivas hasta la crisis preelectoral de abril y mayo pasados, cuando el propio presidente de la República tuvo que tomar cartas en el asunto, pues San Cristóbal estaba en pie de lucha debido a que los granseros no solamente habían arruinado los ríos de la provincia, sino que también los estaban dejando sin agua, pues los estudios del geólogo Tabaré Mundaray Báez y del ingeniero de minas Carlos Sención demostraron que el abatimiento del río Nigua conlleva además el descenso y agotamiento del acuífero de ‘‘La Toma’’, de cuyo manantial se alimenta el acueducto de esta ciudad sureña.
EL PODER DE LAS GRANSERAS
Después de una huelga que contó con el apoyo de las autoridades locales de la iglesia Católica, del comercio y las fuerzas vivas de la sociedad sancristobalense, paralizando de esta manera todas las actividades a nivel del municipio, el primer mandatario aprovechó el escenario de una actividad política para disponer el cierre inmediato de las granseras que estaban arruinando la única fuente de agua de esta urbe y dejar convocado un encuentro en el Palacio Nacional con todos los sectores involucrados en la problemática.
De todos estos esfuerzos salió nombrada una comisión que viabilizara las alternativas que fuesen factibles, proceso que se vio favorecido con los aportes realizados por la Academia de Ciencias de la República Dominicana, entidad que entregó un documento contentivo de las fuentes mineras de canteras más importantes que existen en todo el territorio nacional y que pueden perfectamente abastecer la demanda actual de agregados que hace la capital dominicana, Santiago de los Caballeros y las principales ciudades del país. De todas formas los granseros, que llegaron a desafiar la autoridad y hasta la figura del presidente de la República desde el inicio del conflicto, presionaron y lograron que se les diera una prórroga de 60 días para retirarse de las márgenes de los ríos.
EL ENCUENTRO
Justamente para recordarle a los granseros que han sido complacidos una vez más y que atendiendo a su pedido es que tienen que salir de los ríos, unas 35 organizaciones ecologistas y comunitarias de todo el país se dieron cita en el auditorium principal del Instituto Politécnico Loyola y aprovechar la oportunidad para analizar, socializar e intercabiar informaciones de las circunstancias particulares en que se encuentran sus fuentes de agua. De esta manera se lograba un doble propósito: unificar el espíritu de solidaridad y mutua colaboración y decirle a la sociedad dominicana que entre su seno existen miles de dominicanos y dominicanas que aman sus ríos porque aman a sus hijos y tienen fe en futuro de su patria.
Además de la nutrida participación de las comunidades locales (Boruga, El Tablazo, Los Cacaítos, Santa María, Carvajal, Cambita…), hubo una masiva participación de las comunidades aledañas al río Nizao y la ntrida delegación que logró desplazarse de Bonao acompañando a figura querida y símbolo de la lucha comunitaria, doña Aniana Vargas; pero las primeras en llegar fueron las delegaciones de Barahona y Dajabón, luego y conforme avanzaba la mañana del domingo hacían su arribo las delegaciones de Santiago Rodríguez, Hato Mayor, San Juan de la Maguana, Puerto Plata, Higüey, Loma de Cabrera y Baní hasta completar toda la geografía política nacional.
La sección técnica y de soporte científico de la actividad estuvo a cargo del equipo ambiental de la Academia de Ciencia de la República Dominicana, el cual fue introducido por su presidente, Mario Bonetti. Ante la inmensidad del salón de auditorium del Loyola, con todos los asientos copados, participaron como expositores Tavaré Mundaray, Luis Carvajal y en representación de la Comisión Ambiental de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la profesora Felícita Heredia y quien les ha preparado estas notas a los lectores del LISTIN DIARIO. La actividad concluyó con un homenaje póstumo a Sixto Ramírez y un reconocimiento a Tavaré Mundaray. Las propuestas concretas serán objeto de una próxima entrega.
PORQUE SE MUERE UN RIO
Un río muere cuando recibe un golpe mortal en la cabeza, pero su agonía casi siempre termina o es apresurada por los destrozos sufridos en su cuerpo físico y que casi siempre les provocan las maquinarias pesadas, con la finalidad de extraer los áridos depositados a lo largo de sus cauces. Existe suficiente documentación técnica que así lo demuestra, sin embargo y dependiendo donde estén colocados los intereses, se dice que la extinción de un río se debe a una u otra causa.
¿Por qué la deforestación es fatal cuando se realiza en la cabecera de un río? En primer lugar se debe entender que los bosques son inmensas alfombras verdes que están tendidas en el lomo de las montañas y que una de sus funciones básicas consiste precisamente en ayudar a la condensación y posterior captación del agua que les llega directamente con las nubes o a través de las lluvias. Una vez que los bosques le dan entrada al agua que como bendición les llegó del cielo, su papel es atraparla para satisfacer sus necesidades inmediatas de este precioso líquido y luego impedir su escorrentía superficial mientras no se llenen los acuíferos subterráneos.
De esta manera el bosque actúa como una esponja natural (fenómeno recogido asimismo, ‘‘efecto esponja’’, por la literatura científica), que retiene el agua lluvia, regula su movimientos sobre el suelo y facilita su infiltración para recargar la napa freática, la cual se encarga luego de drenar el excedente por los manantiales que brotan por todos los costados de la montaña, formando innumerables arroyos y riachuelos que al descender a las zonas bajas se reúnen un cauce único formando los ríos, los cuales se encargan de conducir este precioso legado del bosque hasta la misma orilla del mar.
Pues bien, si el bosque desaparece por la deforestación para dar lugar a otro tipo de cobertura inferior o simplemente dejar limpio el espacio, entonces todas estas funciones hidrológicas se ven mermadas, pues las aguas se precipitan violentamente montañas abajo, arrastrando todo tipo de sedimentos y escurriendo rápidamente todo el líquido que pudo llegar con la lluvia. Al otro día o en pocas semanas el río se seca, pues la esponja ya no existe y hasta ahora no existe otra fórmula para que nuevamente pueda obtener agua. Sin embargo, el daño más sensible se le hace al río cuando se le elimina su bosque de galería, vale decir, la vegetación ribereña, cuya función no se limita a mantener una hilera doble de árboles que resguardan las especies acuáticas que habitan en su lecho, sino, a la purificación de sus aguas.
No se debe olvidar que la importancia de un río no solamente reside en la cantidad de agua que lleva, sino y antetodo, en la calidad de la misma. Las raíces de las plantas que llegan hasta la intimidad del cauce, entrando en contacto directo con el agua, contribuyen fielmente en la purificación de la misma al convertirse en una trampa natural contra las partículas contaminantes, las cuales retiene y retira de la corriente principal para incorporarla a su sistema fisiológico o simplemente precipitarla y fijarla en el suelo. Gracias a esta maravillosa función que desempeñan los árboles podemos disponer de un agua verdaderamente potable (los métodos de purificación artificiales terminan produciendo un agua muerta y sin minerales).
Cuando las granseras rompen esta dinámica natural que se da entre los bosques de galería y el río, no solamente se crea un desequilibrio ecológico que afecta la calidad del agua, la vida de las especies que habitan en el río o se desnaturaliza el paisaje, sino que provocan una reación deletérea que afecta gravemente el curso de agua, tanto hacia arriba como hacia abajo. En primer lugar se provoca una erosión remontante (aguas arriba) y otra lateral (destruyendo sus márgenes y tierras agrícolas productivas aledañas) y la alteración de su flujo normal.
Aveces la voracidad de las palas mecánicas, de las dragas o las retroexcabadoras es tal que profundizan tanto hasta romper el manto natural del acuífero, provocando su abatimiento (descenso y paulatina sequía), al facilitar evaporación y la percolación o infiltración profunda. Todo este historial de muerte y de destrucción de la biodiversidad acuática, de las entidades vivientes representadas por el bosque de galería y la fauna asociada, de ruptura de la armonía paisajística y de contaminación con hidrocarburos y alteración del perfil hídrico longitudinal que termina en múltiples montículos, hoyos y charcos, que sumados o considerados en su conjunto, crean tanto o mayor impacto que la misma deforestación que pueda darse en la cabecera del río.
¿QUIEN HACE JUSTICIA?
El presidente ha dicho: ‘‘esto no puede seguir así’’ y todo el país así lo ha entendido.
¿Hasta cuando el poder de los granseros seguirá doblegando la voluntad política de los gobiernos, o es que a ellos le está permitido colocarse por encima de las leyes y por ende, por encima de la propia constitución de la República? ¿No existe algún funcionario que sea capaz de pararse en la raya y decirle a estos señores: ‘‘vivimos en una sociedad, en un país civilizado cuyas normas de comportamiento colectivo obliga a que se observen las reglas de la convivencia y se respete el bien común?
¿Dónde están las autoridades que le compete la salvaguarda de los ríos?, ¿es que no se puede hacer valer la palabra del presidente?, ¿cuándo habrá de comprenderse que esta patria es de todos?
Por Eleuterio Martínez
Publicado originalmente en el Listin Diario del 20 de Junio 2000
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