SD. El 16 de mayo de 1978, los dominicanos vivimos horas angustiosas, luego de que partidarios del presidente Balaguer interrumpieran el conteo de votos, en un intento por desconocer el triunfo del candidato del opositor PRD, que había ganado las elecciones presidenciales de ese año. No olvido la frase con la que mi amigo José Maleck me anunció la interrupción y la ola represiva que él auguraba: «-van a faltar nalgas pa las patá que se van a dar aquí».
La noche del 17 de mayo la ciudad de Santo Domingo lucía sombría y solitaria. Había sido militarizada y funcionaba, de hecho, un toque de queda no declarado. A las 11:00 PM recibí una llamada de mi gran amigo el Dr. Orlando Herrera, un auténtico amante de la naturaleza, quien me comunicó que en la playita frente al Vesubio había salido una tortuga marina y temía que alguien pudiera matarla.
Aunque no era esa la noche más recomendable para iniciar una jornada de rescate, pasé a buscar a Sixto Incháustegui, autoridad nacional y regional en materia de herpetofauna, y nos dirigimos a la playa. Cuando llegamos el número de curiosos había disminuido, pero la tortuga seguía en peligro inminente. Se trataba de un Carey (Eretmochelys imbricata), la especie más amenazada de todas las tortugas marinas que llegan a nuestra isla, con áreas de anidamiento muy restringidas en la isla Saona y Bahía de las Águilas, aunque, como lo demuestra este caso, individuos aislados puedan incursionar en otras áreas.
Pasamos un rato evaluando la situación y luego sugerimos (ordenamos más bien) al soldado del EN apostado en los alrededores (había un guardia cada 200 metros en el malecón) que no debía permitir que nadie dañara ni molestara al animal. «-Váyase tranquilo, jefe», fue la esperanzadora respuesta del soldado, que seguro creyó debían ser funcionarios de alto «rango» tres tipos que en una noche como esa y a esa hora, se atrevían a interceder por una tortuga. Supimos luego que esa misma noche el carey regresó al mar. No pudimos confirmar si finalmente logró desovar en el área en los días posteriores. Tampoco sabemos con certeza (el ejemplar no fue marcado) si se trata de Güibi, la hembra que en estos días ya lleva dos posturas en la playa de Güibia. Dice Sixto que podría ser la misma. Como el hecho ocurrió hace 34 años, Güibi podría pasar de los 60 años. Eso si tenía 25 en el 1978. Podría ser más vieja, pues hay reportes de ejemplares entre 80 y 90 años de edad.
A diferencia de lo que ocurrió en 1978, quienes auxiliaron a Güibi no fueron personas particulares, sino representantes de instituciones oficiales como el Ministerio de Ambiente, y privadas como Intec y el Grupo Jaragua, que trabajan coordinados en investigación y vigilancia. En algo hemos avanzado.
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Embajadora
La Dra. Yolanda de León, profesora de Intec y Presidenta del Grupo Jaragua, recomienda que Güiby sea declarada Embajadora de su especie y reciba protección permanente de las autoridades y la ciudadanía. Si logramos que sobreviva y siga desovando en esa playa, podría convertirse en un símbolo de la lucha por la conservación de las tortugas marinas en RD. Sugiero que Medio Ambiente y el Ayuntamiento instalen en Güibia una exhibición con fotografías del ciclo reproductivo de Güiby, y mantengan la playa en condiciones para la época reproductiva.