Dahr Jamail
IPS/IFEJ
Via: Hoy Digital
Crustáceos del Golfo de México crecen con gotas de crudo en su interior, las aves empetroladas sirven de alimento a los coyotes y los tiburones se asfixian cuando el petróleo que tragan tapona sus branquias.
Dentro de las valvas de diminutos cangrejos azules que apenas están dejando de ser larvas se han hallado gotitas de petróleo, dice a este reportero Harriet Perry, directora del Laboratorio de Investigaciones de la Costa del Golfo en la Universidad de Mississippi del Sur, Estados Unidos.
Esos cangrejos se trasladan de las aguas del Golfo a los pantanos de la costa de Mississippi.
Muchas especies de peces y aves se alimentan de estos jóvenes cangrejos. Y éste es apenas uno de muchos ejemplos sobre cómo el petróleo que empezó a derramarse en abril tras al accidente de British Petroleum (BP) ya hace estragos en la cadena alimentaria.
Henderson explica que muchas aves cubiertas de crudo sirven de alimento a los coyotes, que a su vez son ingeridos por los lagartos.
“¿Sabe cómo mata el petróleo a los pelícanos?”, pregunta Dean Wilson, director ejecutivo de Atchafalaya Basinkeeper.
“Abren las alas para secarlas al sol, pero en realidad se cocinan al sol. Miles de aves están muriendo así por culpa de la codicia de una empresa extranjera”, explica.
La organización que lidera se dedica a preservar los ecosistemas de la cuenca del río Atchafalaya, sobre la costa del sudoriental estadounidense de Louisiana.
El petróleo comenzó a diseminarse por el Golfo de México el 20 de abril, cuando la plataforma de exploración Deepwater Horizon, que BP arrendaba a la firma suiza Transocean, sufrió una explosión y, dos días después, se hundió.
Wilson señala la falta de voluntad de BP para ejecutar las medidas necesarias para proteger la naturaleza.
Por ejemplo, asegura, BP no rescata a los pichones cuyos padres están cubiertos de petróleo y no permite que ambientalistas como él socorran a los animales.
“Para criar a los pichones se necesita a los dos progenitores. Si uno de queda cubierto de petróleo, el otro solo no puede hacerse cargo a la vez de las crías y la búsqueda de alimentos, y éstas mueren”, describe Wilson. Según él, la cantidad de pichones muertos ya equivale a la de pelícanos rescatados, y estos últimos son “apenas la punta del iceberg”.
Según el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, hasta el 14 de julio, unos 890 kilómetros de la costa del Golfo están cubiertos de crudo, se recuperaron 2.930 aves (1.828 muertas y 1.102 cubiertas de combustible), y más de 500 tortugas marinas y mamíferos muertos.
Más de 45.000 trabajadores están desplegados para mitigar el desastre de BP. Pero se estima que hasta el cierre de esta edición se derramaron 8,4 millones de barriles de petróleo en el Golfo y se utilizaron más de 6,8 millones de litros de productos químicos dispersantes Corexit 9500 y Corexit 9527, prohibidos en Gran Bretaña.
Estos agentes son considerados causantes de dolores de cabeza, náuseas, vómitos, diarrea, irritación y daños del aparato respiratorio, depresión del sistema nervioso central, efectos neurotóxicos, mutaciones genéticas, arritmia cardiaca y fallas cardiovasculares.
“Éste es el segundo delta más importante de América, y uno de los principales del planeta”, dice a este reportero el activista Paul Orr, de la organización ambientalista Lower Mississippi Riverkeeper.
“No tenemos idea de lo que puede ocasionar esta cantidad de petróleo tan cerca del delta. Los dispersantes se usan para hundir el crudo y así minimizar sus impactos costeros”, explica.
“Pero ahora parece que el motivo real fue hacerlo desaparecer de la vista, porque si se queda en la superficie al menos se puede recoger aunque afecte la costa en algún grado”, plantea.
“En cambio, ahora tenemos varios millones de barriles de petróleo hundiéndose en el agua y adhiriéndose al suelo marino. Es posible que nunca conozcamos algunos de los daños a largo plazo”, agrega.
Como otros ambientalistas y científicos, Orr critica que BP no haya realizado los esfuerzos adecuados para rescatar a los animales contaminados. “Tienen que hacer de cuenta que están haciendo algo”, dice, aludiendo a la escasa cantidad de aves que la firma se encargó de limpiar.
A Orr le preocupan todas las especies del Golfo, pero en particular las que estaban amenazadas antes del derrame. Por ejemplo, las tortugas marinas de Kemp (Lepidochelys kempii) y laúd (Dermochelys coriacea), el cachalote (Physeter macrocephalus), el esturión del Golfo (Acipenser oxyrinchus desotoi) y aves como el frailecillo silbador (Charadrius melodus).
Jonathan Henderson organiza campañas de resiliencia costera en la internacional Gulf Restoration Network.
Breves
BRASIL
Celulosa impulsará industria del etanol
RÍO DE JANEIRO.- El etanol azucarero, agrocombustible de mejor balance energético según la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria, podrá ser más competitivo aún, aprovechando el bagazo y la paja de la caña como etanol celulósico, lo que aumentaría la producción de Brasil en 30 por ciento, sin ampliar el área sembrada.
VENEZUELA
Inician construcción de parque eólico
CARACAS.- La corporación energética estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) inició este mes los trabajos de construcción de un parque eólico en la noroccidental península venezolana de Paraguaná, con 76 aerogeneradores que aportarán en dos años 100 megavatios/hora a esa región, asiento de refinerías de crudo y plazas comerciales y turísticas.
HONDURAS
Los madereros proponen nuevo manejo del bosque
TEGUCIGALPA.- La Asociación de Madereros de Honduras (Amadho) propuso a las autoridades formular un plan de manejo apropiado del bosque para frenar la tala ilegal y las malas prácticas agrícolas. Ramón Álvarez, de la Amadho, dijo a Tierramérica que la tala ilegal y el deficiente manejo forestal son causas importantes de la pérdida cuantitativa y cualitativa del bosque.
Agonizan aguas del lago Atitlán
Lo que fue alguna vez un bello lago azul rodeado de volcanes languidece hoy en medio de toneladas de productos contaminantes y proliferación de bacterias tóxicas
Danilo Valladares
GUATEMALA, jul (Tierramérica)
Ahora “no vienen tantos turistas, y casi todos los hoteles están vacíos”, dice Rosa Rosales, empleada del Hotel Pa Muelle, a orillas del lago guatemalteco de Atitlán, un tesoro natural asediado por la contaminación.
“El lago tiene buena vista y el agua se mira bien azul”, describió Rosales a Tierramérica, pero los turistas no se fían, reconoció la empleada de uno de los 281 hoteles que rodean el lago, en el sudoccidental departamento de Sololá.
Según la Cámara de Comercio de Panajachel, el municipio que posee mayor infraestructura hotelera a orillas del Atitlán, más de 60 por ciento de las reservas para fin de año fueron canceladas por la aparición de la cianobacteria Lyngbya hieronymusii en las aguas.
Atitlán es uno de los principales sitios turísticos de este país, y atrae a 20 por ciento de los visitantes extranjeros, según el Instituto Guatemalteco de Turismo.
La pérdida de visitantes es una de las principales consecuencias que la contaminación de esta joya natural de unos 125 kilómetros cuadrados ha dejado a agricultores, artesanos y pescadores de los 11 municipios que bordean el lago y viven de él.
“Desde que apareció la cianobacteria la venta de pescado bajó mucho porque la gente cree que es tóxica”, dijo a Tierramérica Juan Chocoy, de la Asociación de Pescadores Artesanales Chajil Ch´upup, (guardianes del tul, en idioma maya tzutuhil), de San Juan La Laguna.
Las dos especies de tul (Typha dominguensis y Scirpus californicus) que crecen en las márgenes del Atitlán y ayudan a oxigenar sus aguas, casi han desaparecido porque su fibra fue explotada para fabricar sombreros, canastas y otros artículos.
En octubre del año pasado la superficie del lago fue cubierta por un manto marrón producido por las aguas servidas de las zonas pobladas y los residuos de fertilizantes usados en la agricultura.
Los científicos identificaron a la cianobacteria, un alga que se alimenta de fósforo y nitrógeno, capaz de producir toxinas que afectan a peces, crustáceos, plantas acuáticas y a los humanos que tengan contacto con el agua.
La noticia provocó la movilización del Gobierno, ambientalistas y pobladores para buscar soluciones. Pero nueve meses después la situación no mejora.
La tormenta tropical Agatha empeoró las cosas a finales de mayo, porque “arrastró lodo y piedras al fondo del lago. Nosotros no hemos encontrado la forma de trabajar porque los peces se dispersaron y no encuentran dónde anidarse”, describió el pescador.
“Agatha dejó el lago en una situación más crítica porque los sedimentos llevaron gran cantidad de nutrientes”, que sirven de alimento a la cianobacteria, dijo a Tierramérica la directora ejecutiva de la no gubernamental Amigos del Lago de Atitlán, Anna D’apolito.
El problema real es la falta de recursos que imposibilita instalar plantas de tratamiento de aguas residuales y desechos sólidos para impedir que vayan a dar al lago, indicó.
Un estudio del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad Rafael Landívar, encontró en 2008 Escherichia coli y otras bacterias fecales causantes de enfermedades diarreicas.