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Consultorio Ecológico con Eleuterio Martínez

P.- Sr. Martínez, ¿podría decirnos cuán graves fueron los impactos de los incendios forestales de este año?, ¿cómo podemos evitar que nuestros bosques sean pastos de las llamas?, ¿cuáles serían los componentes esenciales para una estrategia efectiva contra este enemigo del bosque?

R.- Vamos por parte. Los incendios forestales de esta temporada, todavía activa porque comenzó en enero y hasta mayo no concluye, causaron mayores daños en la Cordillera Central y en menor grado en la Cordillera Septentrional y la Sierra de Neiba. Todavía no se conoce la superficie exacta afectada; pero buena parte de la cobertura boscosa que se conservaba en las cabeceras de los ríos Yaque del Sur, Grande o del Medio, Mahoma y Mahomita, Nizao, Irabón, Los Caños, Macasías, Maguana y las Cuevas, fueron diezmadas por las llamas.

Afortunadamente la Sierra de Bahoruco, que arde año tras año en Semana Santa, esta vez no sufrió ningún daño de consideración y lo mismo pasó con la gran cuenca del Río Yaque del Norte, la principal arteria hídrica del Cibao y la que mayor soporte le brinda a la producción de alimentos. El Yuna tuvo sus conatos de incendios en las cabeceras de los ríos Maimón y Yuboa, pero tampoco sufrió daños de consideración. En la parte baja, Los Haitises y el Parque Nacional del Este fueron los más afectados.

¿Qué hacer y en base a cuál estrategia para evitar la desgracia de los incendios forestales? Son muchos los criterios y conceptos que podrían esgrimirse, pero todo se reduce a una sola alternativa: prevención. El combate contra los fuegos forestales no es cuestión de acción, ni de equipos sofisticados, ni del personal mejor entrenado, sino de labores previas para evitar que aparezcan las llamas.

En las cordilleras no valen los bomberos forestales mejor dotados de capacidades y herramientas, pues las llamas no solo ponen en riesgo las masas boscosas, las fuentes de agua, y la agricultura, sino vidas humanas, tanto en las aldeas o casas aisladas, como a los mismos bomberos forestales, pues a veces los vientos y la inclinación de las laderas montañosas, crean frentes activos por donde las llamas corren mil veces más rápido que las personas que intentan detenerlas. Prevención es la clave, no importa cuánto sea necesario invertir, pues nada compensa las pérdidas causadas por cualquier incendio en una cuenca hídrica que abastece acueductos, hidroeléctricas, industrias y la producción de alimentos.

Por: Eleuterio Martínez
Hoy Digital