Por: Silvino Pichardo
Estando en mi casa, en las montañas de Diferencia, San José de las Matas, y aprovechando que los invitados se habían marchado, dispuse de una parte de este sábado de gloria para ver el documental del joven director cinematográfico José María Cabral denominado “Tumba y Quema”. Encomiable trabajo que desnuda una realidad ineludible: el feroz ataque a que están sometidas nuestras áreas protegidas, en especial, los parques Armando Bermúdez, Los Haitises y Sierra de Bahoruco. Enemigos grandes y pequeños depredan todos los días estas áreas protegidas. Poderosos empresarios y pobres agricultores han encontrado en estos parques su medio de vida de sustento y ostentación.
“Tumba y Quema” muestra de forma trágicamente hermosa, si cabe el oxímoron, cómo estos parques son afectados y cómo estas acciones afectan la producción de agua con la aparente o más bien, evidente, complicidad de las autoridades.
Un trabajo valiente que espero sea completado en próximas entregas por esta joven promesa del cine. Con esto me refiero a que este loable trabajo se centra en el conuquismo o siembra intensiva en los mencionados parques y no aborda, aunque lo toca, el principal problema que afecta a la producción de agua en la República Dominicana: la ganadería de alta montaña.
Sabrán los lectores o quizás no lo sepan que muchos ríos y arroyos del país, no nacen en los parques nacionales, sino en las zonas boscosas de las altas montañas que están en manos de particulares o en áreas fronterizas a los parques nacionales. Estos torrentes que no tienen la suerte de nacer en un parque nacional están todos secos y diezmados por la ganadería de montaña. Más aún, muchos ríos y arroyos que nacen fuera de los parques, en nuestras altas montañas, son afluentes importantes de ríos que, si nacen en los parques y todos sin excepción, han desaparecido porque la ganadería de montaña les ha quitado o desmontado la capa boscosa de sus cabeceras y de sus cuencas altas y medias, para la siembra de yerba para el ganado. La falta o ausencia de estos ríos o arroyos secundarios, disminuyen, sensiblemente el caudal de esos ríos principales.
Pero no importa si se trata de conuquismo, minería furtiva o ganadería de montaña, todos estos males los tienen debidamente identificados los gobiernos que ha tenido el país en las ultimas décadas, incluyendo este del Presidente Abinader. Numerosas leyes que datan del gobierno del Dr. Balaguer castigan estos crímenes ambientales. ¿Qué sucede entonces? ¿Por qué han permitido la destrucción inmisericorde de nuestras fuentes hídricas sin atacar directamente el problema?
El joven Cabral lo expuso claramente, quizás sin proponérselo: en el documental, cuando procede a entrevistar a un ex guarda parque de Los Haitises, que fungía como administrador del mismo, éste le comenta que en una visita a dicho parque realizada por Ángel Estévez el último Ministro de Medio Ambiente del gobierno pasado – que no entendía lo que es ni para qué sirve un parque nacional – le dijo a este guarda parque “que él había venido para ponérselo fácil al presidente Medina” y le ordenó que se hiciera de la vista gorda de los daños ambientales que estaban ocurriendo en dicho parque. Cierta o no esta historia, la pura realidad es que todos los gobiernos que hemos tenido en los últimos años, cuando todavía no son poder, aseguran y prometen que les pondrán fin a los daños ambientales y que establecerán un régimen de consecuencia a quienes violen las leyes de conservación y medio ambiente. Pero no es así. Tan pronto se entronizan en el gobierno le dan de lado al tema ambiental porque no quieren chocar con nadie ni hacerse los odiosos ni con los poderosos depredadores ni con los pobres agricultores “padres de familia”. Este sistema clientelar, obviamente, les facilita perpetuarse en el poder, pero no tendremos agua, la verdadera vida de esta nación. Están destruyendo ante las propias autoridades todos los ecosistemas productores de agua a un nivel alarmante, a tal punto que deberíamos tener una emergencia ambiental. Sin embargo, los políticos parecen creer que pueden postergar el problema y hasta ahora ha sido así.
La falta de agua ha estado afectando, primordialmente, a los más pobres, a los municipios lejanos y los barrios periféricos de las grandes ciudades; todavía estas últimas están recibiendo con regularidad el preciado líquido. Pero cada día se hace más evidente la escasez de agua; barrios importantes tienen meses sin agua, residenciales, hoteles, plazas comerciales tienen que comprar camiones semanales para cubrir sus necesidades. Monción, en plena sierra, y en otros importantes municipios la gente se ha tirado a las calles a protestar por la falta de agua potable y la destrucción de los ríos.
El colapso es inminente. No creo que este gobierno ni ningún otro pueda permitirse que los grandes centros urbanos se queden sin agua, lo cual, a mi entender, está a la vuelta de la esquina y claro que tendrá un costo político mucho mayor que el que quieren evitar.