Tras la reciente declaratoria del hipopótamo como «especie invasora» en Colombia, expertos coinciden en que la cacería asoma como una «opción necesaria» para controlar el problema ambiental que representa este insólito legado de Pablo Escobar.
En los años ochenta, el capo de la droga adquirió una pareja de estos enormes animales semiacuáticos para su zoológico personal. La población ha crecido de manera descontrolada hasta llegar a unos 130 individuos que están desplazando a la fauna local y amenazan a la población aledaña a río Magdalena, en el centro del país, de acuerdo con expertos.
Esta semana el gobierno incluyó a este animal originario de África en un listado de «especies introducidas invasoras» y anunció un plan para «dar manejo» a su población, que se podría cuadriplicar en la próxima década, según algunos estudios.
«Lo único que Colombia no puede permitir es que esa especie exista en el territorio», dijo a la AFP Manuel Rodríguez, exministro de Ambiente de Colombia (1994-1997).
Aunque el plan estatal no ha sido revelado, Rodríguez ha intervenido en su diseño y pidió al ejecutivo usar «todas las medidas» para detener el avance del hipopótamo, incluida la cacería.
«Obviamente hay animalistas que se oponen pero pues ¿cuál es la alternativa?», se cuestiona el exministro.
«Complejo, costoso peligroso»
Desde hace 10 años científicos de Cornare, una entidad estatal de protección ambiental, adelantan un programa de esterilización de hipopótamos en el oriente de Antioquia (centro), donde se concentran la mitad de los especímenes.
A la fecha han logrado esterilizar quirúrgicamente a 11 individuos y a otros 40 con un medicamento llamado GonaCon. El costo estimado supera los 100,000 dólares.
«Todo con los hipopótamos es complejo, es costoso y es peligroso», sostiene David Echeverri, encargado de Cornare.
A pesar de sus esfuerzos para capturar, sedar y castrar a estos animales de entre 1.3 y 18 toneladas, la población sigue creciendo en su jurisdicción.
«En la medida que uno logra hacer una cirugía van naciendo 10 animales», se lamenta Echeverri. El medicamento GonaCon, que se administra con dardos, facilita la tarea, pero sigue siendo costoso (unos 1,000 dólares por individuo) y en la actualidad Cornare no tiene más dosis.
«Queda sobre la mesa el sacrificio. Es una opción necesaria (…) puede ser la última salida para no dejar que la problemática se vuelva peor», estima.
Nativos vs. invasores
La invasión de hipopótamos por la calurosa región del Magdalena Medio es un problema «inédito» y «peligroso», sostiene Rodríguez.
Asegura que se trata de la única especie invasora de este tamaño en el mundo y advierte que pescadores y demás habitantes de la zona están «en peligro».
El año pasado Cornare registró dos ataques de hipopótamos a pobladores, que afortunadamente solo resultaron heridos. En África los ataques fatales son usuales.
«Podríamos enfrentarnos a una tragedia», alerta Rodríguez.
El manatí, un enorme y apacible herbívoro que nadaba a sus anchas por la cuenca del Magdalena Medio hasta la llegada de su competidor africano, también esta amenazado, al igual que los peces nativos, agrega.
A principios de año, el animalista y candidato al parlamento Luis Domingo Gómez propuso crear «un santuario» para hipopótamos con recursos públicos y privados.
Expertos coinciden en rechazar la propuesta por considerarla costosa y dañina para el ecosistema local.
«¿Vamos a mantener un santuario de hipopótamos que atentan contra el manatí?», critica Rodríguez.
También cuestiona la vialidad de abarcar en una reserva los 130,000 kilómetros cuadrados en los que hoy habita este curioso legado de Escobar, quien llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo, según Forbes, tras fundar un imperio del crimen y el narcoterrorismo.
La bióloga experta en manatíes Nataly Castelblanco resumió «sin titubeos» su posición en un tuit: «Las especies nativas tienen prioridad de conservación sobre las especies invasoras«.