Desde el año 2012 y por iniciativa de la FAO, cada 5 de diciembre se conmemora el Día Mundial del Suelo, cuyo objetivo es valorar la importancia de cuidar, proteger y preservar el sustrato que da vida a los vegetales y al que tanto afecta el Cambio Climático.
Lema 2021
Cada año se elige un lema para dar énfasis a alguno de los problemas que tienen los suelos del mundo. En esta oportunidad es: Detener la salinización de los suelos, para aumentar su productividad’, una frase que apunta a concienciar a la gente de esta problemática, que agosta miles de hectáreas cada año.
La salinización y la sodificación son procesos degradación de los suelos, que se han convertido en una grave amenaza para los ecosistemas y que han sido reconocidos como algunos de los más importantes problemas que afectan a la seguridad alimentaria mundial, a la sostenibilidad y pervivencia de las zonas más áridas y a la producción agrícola en general.
El Día Mundial del Suelo 2021 y su lema, apuntan a que se cree conciencia acerca de lo importante que es proteger a los ecosistemas para que mantengan su equilibrio y su estado de salud, puesto que de ello también depende el bienestar de los humanos. Para lograrlo es fundamental cambiar las pautas de gestión de los suelos y lograr que todos participen en su recuperación.
Cada minuto que pasa se pierden miles de hectáreas de tierras cultivables debido a la salinización del suelo, una situación que a menudo resulta irreversible. Este es un fenómeno muy preocupante, porque alrededor de una décima parte de las tierras de regadío mundiales están dañadas por la sal, por lo que, si no se detiene dicho proceso de degradación se podría poner en peligro la seguridad alimentaria global.
¿Cómo se produce la salinización?
Este fenómeno sucede porque las tierras experimentan una acumulación excesiva de sales minerales, lo que reduce los rendimientos de los suelos y puede deteriorar irreparablemente el sustrato. Estas sales provienen de la erosión de las rocas (por viento, agua, etc.), que las liberan, luego éstas se disuelven en las aguas de ríos y acuíferos, que al emplearse para riego las deposita en los suelos.
Si se utiliza una cantidad insuficiente de agua para regar los campos, las sales acaban incrustándose en los suelos. Pero el mayor de los peligros es el exceso de agua, puesto que, cuando la superficie se encharca también se eleva el nivel de las aguas freáticas, por lo que suelo actúa como si fuese una esponja y por capilaridad absorbe agua de la rizosfera.
Según la conformación del sustrato, este efecto puede surtir de agua a los suelos desde hasta 1.5 metros de profundidad, pero cuando ésta se evapora la sal se acumula en la superficie. Y si es una zona de cultivos afectará a las raíces, que tendrán dificultades para absorber los nutrientes y perderán vigor y lozanía, disminuyendo los índices de producción.
En las tierras áridas, semiáridas y en proceso de desertificación (algo que sucede a día de hoy en el sur de España) este proceso es más acentuado aún y se agrava con el cambio climático, dado que cada vez son más frecuentes los episodios de lluvias intensas y puntuales que arrasan con todo. La subida de las temperaturas lo empeora aún más, puesto que acelera la evaporación.
Resulta fundamental conocer este problema, para poder aplicar soluciones e impedir que se sigan perdiendo tierras de cultivo por culpa de este proceso, que sin lugar a dudas se verá cada vez más agravado por culpa del calentamiento global antropogénico y sus consecuencias climáticas, que aparentemente irán a peor.