Boris Johnson siempre acude a los clásicos en los momentos más cruciales de su carrera. Y como anfitrión de la COP26, considerada la cita más importante desde el Acuerdo de París de 2015, ha utilizado ahora la caída del Imperio Romano como advertencia sobre la rapidez con la que las civilizaciones pueden colapsar. «Cuando las cosas empiezan a ir mal, pueden salir mal a una velocidad extraordinaria. Se vio con el declive y caída del Imperio Romano y me temo que ahora, a menos que lo hagamos bien con el cambio climático, podríamos ver cómo nuestro mundo también retrocede», matiza.
En París, se produjo algo trascendental. Por primera vez, todos los países se comprometieron a trabajar juntos para limitar el calentamiento global y que la subida de las temperaturas estuviera muy por debajo de los 2 grados, con el objetivo de limitarla a los 1,5 grados. Prometieron adaptarse a los impactos de un clima cambiante y destinar fondos para el cumplimiento de estos objetivos. Pero ahora ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hecho. Los 30.000 delegados de 200 países que se dan cita en Glasgow deben conseguir ese punto de inflexión. Y está complicado.
En un principio, la 26 edición de la conferencia anual de la ONU sobre medio ambiente -que arranca técnicamente el domingo y políticamente el lunes-, no iba a celebrarse en el Reino Unido. Pero cuando en 2019 las opciones de convocarla en Italia comenzaron a ponerse en duda, Johnson -en aquel momento ministro de Exteriores- vio una excelente oportunidad para proyectar al mundo la nueva Global Britain de la era post Brexit. Llenar además Glasgow de banderas británicas en la nueva escalada del auge independentista escocés era un plus.
Pero ahora que ha llegado el momento y es el propio Johnson el que está como inquilino de Downing Street se respira nerviosismo. El anfitrión se juega mucho a nivel diplomático y francamente, las posibilidades de convertir esta COP26 en un éxito son bastante reducidas. De momento, ni el chino Xi Jinping ni el ruso Vladimir Putin estarán presentes, aunque sí se sumarán a las reuniones por videoconferencias.
En circunstancias normales, lograr que alrededor de 200 países diferentes se pongan de acuerdo en algo es ya un desafío complicado. Pero en esta ocasión, además, lo que se discute es una materia tan compleja como el medio ambiente, en plena crisis por suministro del gas, y cuando las economías a ambos lados del Atlántico apenas se están recuperando de una pandemia.
En este contexto, francamente tampoco es que ayude mucho el hecho de que el propio anfitrión se encuentre en disputa con Francia por las nuevas licencias pesqueras post Brexit y en plenas renegociaciones con la UE respecto al protocolo de Irlanda, el santo grial del acuerdo de divorcio que ahora se niega a cumplir por los problemas burocráticos y políticos que están creando los nuevos controles aduaneros.
La polémica ha hecho sombra al G20 celebrado este sábado en Roma, donde París y Washington han sellado la paz tras las tensiones diplomáticas creadas por el acuerdo de Defensa AUKUS que supuso la cancelación de un millonario contrato que habían firmado previamente Francia y Australia sobre submarinos nucleares. En definitiva, un ambiente de lo más ‘relajado’ todo. Alok Sharma, presidente de la COP26, ya ha dicho que los países deben dejar «la geopolítica en la puerta» si realmente quieren alcanzar un resultado exitoso.
En este tipo de cumbres, cada detalle, por nimio que sea, importa. Los asiduos a estas citas comentan, por ejemplo, que el frío atroz que hizo durante la cumbre de Copenhague en 2009 fue uno de los factores que contribuyó a lo que se consideró un resultado miserable.
¿Qué se espera realmente de la cumbre de Glasgow? El principal objetivo es mantener vivo el compromiso del Acuerdo de París de 2015 para limitar el calentamiento global a 1,5 grados y demostrar que está funcionando. Pero lo que se pide ahora a los países es que presenten su plan concretos para reducir las emisiones para 2030 y conseguir el «cero neto» -producir menos C02 que la cantidad que sacamos de la atmósfera- para 2050.
Durante las dos próximas semanas se esperan anuncios muy técnicos. Pero otras medidas serán más digeribles para el ciudadano de a pie, como evolución hacia coches eléctricos (Reino Unido se ha comprometido a tener para 2030 todos los coches nuevos vendidos eléctricos), acelerar la eliminación progresiva de la energía del carbón o cortar menos árboles.
Por otra parte, en 2009, los países ricos se comprometieron a recaudar 100 mil millones de dólares al año para ayudar a las naciones más pobres de cara a 2020. Sin embargo, este objetivo aún no se ha cumplido y podría aplazarse hasta 2023.
Si tras las dos próximas semanas la COP26 finaliza sin planes concretos se considerará un fracaso. El secretario general de la ONU, António Guterres, ya ha advertido que el mundo se está «precipitando hacia la catástrofe climática» y existe un grave riesgo de que la COP26 falle debido a la debilidad de las promesas de emisiones de China, Rusia y otros países. Recalca que hay «serias dudas» sobre los objetivos anunciados hasta ahora y considera como una «ilusión» las afirmaciones sobre el supuesto progreso que se ha realizado para reducir las emisiones en la próxima década.
De momento, China -el país que más emisiones produce y cuya economía aún depende altamente del carbón- se ha comprometido a dejar de construir nuevas centrales eléctricas de carbón en el extranjero, pero decenas de nuevas centrales térmicas se unirán previsiblemente dentro de China al «mix» energético en los próximos años. Y Pekín no ha actualizado sustancialmente los objetivos climáticos que estableció en 2016. En sus nuevos compromisos publicados este jueves, se propuso alcanzar las emisiones máximas para 2030 y llegar al cero neto para 2060.
Johnson no pudo ocultar su frustración tras la charla telefónica mantenida el viernes con Xi Jinping al que presionó, sin éxito, para que adelante sus objetivos con un “pico” de emisiones en el 2025 y no en el 2030.
Por su parte, Australia y Arabia Saudita anunciaron objetivos netos cero para 2050 y 2060, respectivamente, pero no se han comprometido a nuevas acciones enérgicas para la próxima década. Asimismo, India y Turquía se encuentran también entre otros importantes emisores que aún no han presentado nuevos planes para reducir las emisiones para 2030.
Las lluvias torrenciales de los dos últimos días han causado este sábado fuertes inundaciones en el norte de Inglaterra y en el norte de Escocia. La conexión por tren entre Londres y Glasgow estuvo suspendida durante varias horas, mientras más de mil hogares tuvieron que ser evacuados y la crecida del río Annan causó el colapso de dos puentes. ¿Augurio de las difíciles negociaciones?