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Súper climático: precios que varían en función de la huella de carbono y etiquetas de colores según el impacto ambiental

Como consumidores estamos más que acostumbrados a que los precios fluctúen en función de la oferta y la demanda. Así, asistimos todos los años al aumento del precio de determinados alimentos cuando llega la época navideña y que luego se venden rebajados cuando las fiestas ya han quedado atrás. Y compramos teniendo en cuenta distintas variables -marca, precio o calidad-, pero apenas con conciencia ‘verde’.

Dispuestos a cambiar los hábitos del consumidor, hace unos meses una de las empresas de alimentación más grandes de Suecia, Felix -que vende platos vegetarianos preparados, mermeladas, aderezos para ensalada…-, puso en marcha el primer supermercado climático del mundo. Un original e innovador establecimiento donde durante unos días no se pagaba en coronas sino más o menos en función de la huella de carbono.

La compañía pretendía con esta iniciativa promover la conciencia climática y que los clientes tomen sus decisiones de un modo responsable y conscientes del efecto que sus elecciones tienen sobre el medio ambiente.

La huella de carbono intenta representar las emisiones netas de gases de efecto invernadero GEI medidos como el CO2e que produce una organización, la fabricación de un determinado producto o la prestación de un servicio.

Atendiendo a este criterio, el supermercado climático asignó a cada cliente un presupuesto semanal de 18,9 kilos de CO2e. De este modo, tenían que ser muy cuidadosos al elegir lo que meten en la cesta de la compra y evitar aquellas opciones con mayor huella de carbono para no fundirse el presupuesto semanal en una sola compra.

El hecho de fijar los precios de este modo deja muy claro para el consumidor el impacto medioambiental que tienen determinados productos y la gran diferencia, por ejemplo, entre los alimentos de origen vegetal y los de origen animal.

CALENTAMIENTO GLOBAL

Desde Felix están convencidos de que mucha gente tomaría otro tipo de decisiones si estuviera suficientemente informada sobre la elevada contaminación que provocan algunos de los alimentos que consume, pero que no lo hacen porque no siempre tienen claro qué artículos son peores para el planeta.

La producción de alimentos es responsable de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global, según un estudio de la Universidad de Oxford. Por eso, la marca sueca considera que tienen un importante trabajo por delante «para aclarar la conexión entre los productos que comemos y su impacto climático. Queremos que sea más fácil para todos comprender el impacto climático que tienen los diferentes alimentos en el mundo que nos rodea».

ETIQUETAS MEDIOAMBIENTALES

Además de esta pionera iniciativa, la marca sueca está añadiendo etiquetas a todos su productos en las que se indica su impacto sobre el medio ambiente. Confía en que estas etiquetas sirvan para que los compradores reduzcan el consumo de productos con mayor impacto medioambiental y se decanten, cada vez más, por productos de origen vegetal. «Queremos que sea fácil para el consumidor hacer lo correcto», añaden.

Según el estudio internacional YouGov 2020, encargado por la empresa Carbon Trust, y realizado entre más de 10.000 consumidores de Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, España, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, dos tercios de los consumidores apoyan la inclusión de etiquetas de huella de carbono en los productos.

Y es que la mayoría no tiene muy claro qué de lo que comen o beben daña más el medio ambiente. La organización Natural Resources Defense Council (NRDC) ha analizado cuáles son los alimentos más dañinos y la carne de vaca encabeza la encuesta, seguida de la carne de cordero, la mantequilla o los mariscos. Por el contrario, la fruta, la verdura, la patata, el aceite de oliva, las legumbres, los cereales y los frutos secos no son sólo más sanos sino que tienen también un impacto mínimo sobre la salud del planeta. El futuro, también en la industria de la alimentación, se pinta de verde.

elmundo.es