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Agua, tierra, aire y fuego. (Las Guacaras, un epicentro de conciencia)

La mañana transcurría nublada en plena sierra mientras subíamos con el rumbo puesto hacia Mata Grande.

Por teléfono las buenas noticias llegaban, nos informaron del inicio de la bajada de los bomberos forestales y parte del personal de las brigadas del Ministerio de Medio Ambiente, que durante once días habían batallado con las llamas en Las Guácaras, dentro del Parque Nacional  J. Armando Bermúdez. A la altura del puente sobre el río Bao  que conduce a Sabaneta, encontramos a Reino Tejada; venía con cuatro mulos sin carga, había subido muy temprano a llevar comida para los que quedaron vigilando los cortafuegos.

Tengo por costumbre detenerme en el colmado de Benito Fernández, el hijo de El Gallo, un padre de familia que salió de Rancho al Medio cuando se formalizó el parque. Toda la gente de Mata Grande está pendiente de lo que ocurre alrededor de su mundo.

-¿Usted cree que lloverá esta tarde? le pregunté a uno de los vecinos.

-No parece. me contestó. Hace demasiado calor.

-Además, agregó, muchas de esas nubes que usted ve es humo. En estos días hemos tenido que sacar a los niños para Rincón de Piedras porque la humareda ha sido grande.

Un hombre bajito que escuchaba entró en la conversación.

-Mire, esa candela no lo apaga nadie!

-¿Pero porqué? le pregunté.

-Ésa es candela de centella. Eso cayó del cielo y no hay manera de apagarla.

Supersticiones ruedan por las lomas y picos de la cordillera. vengo escuchando hablar de ciguapas, bacás, botijas, centellas y voces por doquier desde décadas. Algunos guías ubican leyendas y visiones a todo lo largo del trillo de la Hispaniola.

Seguimos el camino hacia la caseta del parque. EN ese tramo encontramos algunos guardaparques que recién habían llegado a su casa. Con aspecto demacrado por la falta de descanso y el stress natural de la vigilia, hablaban de manera entrecortada.

Me enumeraba, días atrás,un experto en esos temas ambientales, los factores que influyen en la psiquis de estos extraordinarios hombres. La distancia y el tipo de terreno que deben recorrer para llegar al sitio donde el fuego ataca, la conciencia del esfuerzo que requerirá su labor, la atmósfera de humo, calor y olor a quemado signos de desastre; un código que existe en la conciencia ancestral de la persona y le coloca en condición de alerta permanente.

El arribo a la caseta del parque nos confirmó las noticias de que el fuego estaba bajo control.

Hombres de verde y amarillo descansaban por doquier esperando la salida de los vehículos para llegar a sus comunidades. De San José de las Matas, La Vega, Restauración, prácticamente de todas las regiones colindantes con el parque estuvieron presente en el manejo del fuego. Al frente de ellos hombres con mucha experiencia en estos menesteres, eventos más cotidianos en nuestro país de lo que cualquiera pudiese imaginar; Gerónimo Abreu, Encargado de manejo de fuegos del Ministerio de Medio Ambiente y Roberto Camacho, Encargado de manejo de fuegos en la zona de San José de las Matas.

Me impactó la pausa y la conciencia con la que hablan estos hombre acostumbrados a verselas con candela.

Gerónimo me educa y orienta. “Mire cuando nosotros decimos que un fuego está controlado no significa que se ha extinguido, significa que su progresión está anulada o limitada. Anoche pensábamos que todo estaba bajo control, pero a las cuatro de la mañana abrí la página de la NASA (se refiere a FIRMS -Fire Information for Resource Management System- una web en linea conectada en tiempo real a los satélites que vigilan los cambios de calor en todo el planeta) y pude observar que nuestros cortafuegos estaban rotos en dos puntos. Algunos habían regresado a descansar a las tres de la mañana y debimos volver a la anillo de control en la misma madrugada.
En este momento el fuego está controlado. Afirmó.                                                                                                                         


Lo anterior expuesto no nos deja de ninguna manera bien parados, la inversión histórica en equipamiento, disponibilidad de recursos mecánicos, remuneración, sistemas de alerta temprana y vigilancia, etc., han quedado cuantitativamente muy atrás respecto a la capacidad de devastación furtiva y muchas veces descarada de los interesados en la explotación de las montañas y bosques.

Encontrar hombres como los que ví este sábado mueve a tomar conciencia de la razón por la que debemos seguir cada día luchando por nuestro país. Hombres dispuestos a vivir al borde del riesgo sin pantallas ni reality shows, en silencio, allí frente al más temido de los cuatro elementales, el fuego. Un fuego que se queda reflejado en su mirada.

Copio la frase de un querido amigo que me decía en su mensaje: ¡Son héroes!

(Durante el año 2018 se contabilizaron 344 fuegos forestales en la República Dominicana. El incendio de Las Guácaras se extendió durante once días por una superficie aún sin cifras oficiales pero que algunos estiman de decenas de miles de tareas. Actualmente un período de sequía domina la atmósfera dominicana, al mismo tiempo una plaga del gorgojo Lps Calligraphus (escarabajo de la corteza) ha obligado a la tala profiláctica de pinares enteros en las montañas. Como referencia al momento de crisis que vivimos, a la fecha de redactar esta nota los niveles de los embalses Tavera-Bao marca la cota 313.10 msnm con tendencia a bajar a 312, marca crítica.

Tomar conciencia de la urgencia con que apremian estas realidades es vital, así como vital es hacer lo indecible para mejorar las condiciones de nuestros ecosistemas, con el empeño y dedicación de los hombres que todos estos días durmieron con el fuego en los recovecos de la cordillera central.

Juan Guzman