Del 26 al 31 de agosto se celebró la Semana Mundial del Agua, y es una excelente ocasión para concientizar, informar y educar sobre la situación actual de este recurso no renovable
SANTO DOMINGO. El agua es uno de los elementos principales para que exista la vida en el planeta. Es fundamental para el desarrollo, vital para reducir enfermedades y mejorar la actividad de las personas.
A pesar de que la Tierra está cubierta por el 70 % de agua, sólo un 3.5 % es potable. Esto convierte el recurso en uno de los más preciados para la población humana, animal y vegetal. Uno de los mayores retos que tiene la humanidad es la conservación y el tratamiento correcto del agua
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en su reporte mundial sobre el agua del 2018, establece que la demanda está creciendo 1 % por año respecto a la población. Se calcula que la población aumente de 7.7 mil millones en el 2017 a entre 9.4 y 10.2 mil millones en el 2050. Actualmente, 3.6 mil millones de personas (casi la mitad de la población mundial) sufren de escasez de agua al menos un mes por año.
Según datos de las Naciones Unidas del 2017, 2 mil 100 millones de personas no tienen acceso en el mundo a servicios de agua potable gestionados de manera segura. De estos, 844 millones no tienen un servicio de este recurso para tomar. También, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó en febrero de este año que cerca de 2 mil millones de personas utilizan servicios de agua de beber contaminada con heces.
En un breve recorrido por la ciudad, un equipo de Diario Libre pudo constatar que muchas personas malgastan el agua. Pero, además, al entrevistar a algunas, coincidieron en que algunos ciudadanos desperdician este preciado líquido y que otras contaminan los ríos y mares.
Stephany Celiné opina que es una injusticia malgastar el agua que miles de personas en el mundo necesitan: “Una persona que esté llenando algo en su casa en la mañana y deja que el agua se bote (…) otra persona puede sacarle más provecho tomándola, bañándose o cocinando algo”, explica Celiné.
Por otra parte, dice la UNESCO, que la agricultura al nivel mundial representa un 70 % de extracción del agua. Y las industrias consumen un 75 % en la generación de energía. Otro dato importante, que se convierte en un peligro para la calidad del fluido y la salud, es que el 80 % de las aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas.
En República Dominicana, a pesar de contar con más de 20 ríos, sus afluentes y al menos 34 presas y embalses, la falta de infraestructura y la contaminación afecta el acceso al agua potable. El gobierno se ve obligado a distribuir el agua a las distintas provincias, municipios y barrios de manera racionada. Sin embargo, la población dominicana malgasta mucha en tareas dóciles, y por otra parte contamina los ríos con desechos y, por consiguiente, el mar.
“Se desperdicia mucha agua, hay sitios que sí y sitios que no, y es verdad que, para traerla aquí a la ciudad, sale muy cara, cuesta mucho dinero”, dice Cristino Cordero, quien es tejedor de mallas para pescar.
Es precisamente la contaminación del agua la causante de muertes de 842,000 personas en el mundo. Y al menos 361,000 niños menores de 5 años mueren anualmente por diarrea debido a la contaminación acuática según cifras oficiales de UNICEF en el 2017.
“Yo me crié en el hoyo de Chulín (zona norte de la capital) y el agua del río yo me la bebía, el agua del río Isabela, pero ahora no, la gente bota mucha basura y desperdicios, no se puede tomar”, explica Cordero.
Las industrias también ponen su parte en la contaminación de ríos de gran caudal como el Ozama o el Haina. Los agentes químicos vertidos, desechos minerales y demás contaminan enormemente estos torrentes que finalmente llegan hasta el mar, alimentando un círculo vicioso de contaminación. Otros ríos como el Yubazo, el Nigua o Nizao, junto a otros tantos, sufren por la extracción de materiales. Todo esto, al final, constituye una gran amenaza para las reservas acuíferas y disminuye la calidad del agua que puede ser utilizada por las personas o los animales.
A esto hay que sumarle la deforestación en los principales sistemas montañosos del país. La tala indiscriminada, quema para la venta de madera o para la agricultura, también afecta el ciclo del agua. Los bosques funcionan como un moderador de este ciclo, ya que retienen el agua en el subsuelo y alimentan los ríos o manantiales subterráneos. Además, en tiempos de lluvias torrenciales, retienen gran cantidad de estas y previenen inundaciones o deslizamientos de tierra. En tiempos de sequía, los bosques también ayudan con la evaporación e incluso en los veranos más secos pueden provocar lluvias.
En República Dominicana, la deforestación ha sido un tema de denuncia en los últimos años, a pesar de los esfuerzos para la reforestación que hacen tanto instituciones gubernamentales como no gubernamentales. Según cifras oficiales del 2017 del Ministerio de Medio Ambiente, 820.3 hectáreas fueron afectadas por incendios forestales; esto representa una reducción respecto a años anteriores: 2016 (1,153), 2015 (11,615.56) y 2014 (11,053). En contraste, dice la institución que en esos años se reforestaron: en el 2014 (11,055), 2015 (11,201), 2016 (11,062) y 2017 (13,116). Sin embargo, toma mucho más tiempo para un árbol crecer que ser talado o quemado.
Según el reporte de la UNESCO, 30 % de toda la tierra en el mundo está reforestada; no obstante, más de la mitad de ese porcentaje se encuentra en un estado de degradación en la actualidad.
La población dominicana, poco a poco, ha ido tomando conciencia de la importancia de conservar, cuidar y no malgastar el agua, así como de defender el medioambiente y los bosques. Sin embargo, la pregunta inconclusa es si la concientización de toda la población ocurrirá antes de que la enfermedad sea más fuerte que el remedio.
Ariel Pérez
Diario Libre