Madrid, España.- La captura y almacenamiento de carbono en el subsuelo no solo es un método viable y seguro sino que además sería una herramienta muy eficaz contra el cambio climático, ya que permitiría retener el CO2 en el subsuelo durante 10.000 años.
Esta es la principal conclusión de una investigación publicada en Nature Communications, y cuyo primer autor es Juan Alcalde, investigador español de la Universidad de Aberdeen (Escocia).
El dióxido de carbono (CO2) que produce la quema de los combustibles fósiles es el causante principal del efecto invernadero y, por tanto, el gas que más contribuye al cambio climático.
En 2005, los 195 países firmantes del Acuerdo de París, se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura media global en un máximo de 2 grados centígrados.
Para ello, los países acordaron reducir las emisiones de CO2 que se emiten a la atmósfera procedentes de la actividad industrial, la generación de energía eléctrica, la calefacción o el transporte.
“Se trata de una base de datos muy compleja, que nos ha llevado casi cuatro años completar, pero que nos permite entender qué ocurre con el CO2 cuando es inyectado en el subsuelo”
Sin embargo, la sustitución de las energías fósiles por renovables por sí sola no es suficiente para recortar estas emisiones. Es necesario poner en marcha medidas paralelas que ayuden a lograr los objetivos del Acuerdo de París.
“Una de esas medidas podría ser la captura de estas emisiones, porque la tecnología ya es posible y podría ser implementada a escala industrial en todo el mundo”. Solo hace falta “voluntad política”, explica Alcalde en declaraciones a Efe.
Para el estudio, los autores han reunido una gran cantidad de datos a escala global sobre acumulaciones naturales de CO2 y metano, y toda la información disponible sobre las actividades de la industria de los hidrocarburos (almacenamiento de gas natural, sondeos de inyección y experimentos de laboratorio).
“Se trata de una base de datos muy compleja, que nos ha llevado casi cuatro años completar, pero que nos permite entender qué ocurre con el CO2 cuando es inyectado en el subsuelo”, afirma Alcalde.
Partiendo de estos datos, los investigadores han hecho unos modelos matemáticos que replican “lo que le ocurriría al CO2 al ser inyectado en el subsuelo, y en diferentes escenarios”.
El trabajo, de hecho, ha tenido en cuenta diversos escenarios, tanto en zonas terrestres como áreas costeras o marinas, que reúnen distintas características y, por tanto, incluyen “todo el rango de posibilidades” pero, además, incluye un caso extremo, que simula una captura de CO2 en el peor de los escenarios, un “caso hipotético y poco realista en el que todo falla”, detalla.
El estudio concluye que incluso en el caso extremo, el almacenamiento de CO2 es muy seguro a largo plazo y, por tanto, es una herramienta fundamental para combatir el cambio climático.
“Lo peor que podría pasar es que se emitiera a la atmósfera un CO2 que ya se está liberando igualmente” y, con ello, comprometer los objetivos globales contra el cambio climático, “lo que ya está ocurriendo”, avisa Alcalde.
Según los cálculos del trabajo, en los lugares adecuadamente regulados, las tasas de fuga de gas anuales serían menores al 0,01 % año, con lo que más del 90 por ciento del CO2 capturado e inyectado se mantendría en el subsuelo.
Hasta ahora, esta tecnología no se ha puesto en marcha por que había dudas sobre su seguridad, pero “este trabajo las despeja”.
El otro motivo es su alto coste económico, y que se trata de una apuesta sin retorno económico, apunta el investigador.
“Hace falta que los gobiernos tengan voluntad política y se comprometan a reducir las emisiones realmente, aunque sea con esta técnica que es a fondo perdido porque solo con renovables y eficiencia energética no se cumplirán los objetivos de cambio climático”.
EFE / Acento