PEDERNALES. “Carlos” amarró sobre su motocicleta tres sacos llenos de palos secos y encendió el motor. El sonido del vehículo en marcha se escuchaba por el apacible bosque del Parque Nacional Jaragua. El joven llegó a la solitaria y ancha carretera que conecta a Cabo Rojo con la Sierra de Bahoruco y aceleró hacia el sur. El camino era suyo. Iba con descaro. Tenía prisa en entregar lo que transportaba para retornar por más material de contrabando.
Andaba alerta; procuraba que las autoridades no lo interceptaran. Llegó a una estrecha vereda en el pueblo fronterizo de Pedernales y aceleró más. Estaba a punto de cruzar la frontera entre la República Dominicana y Haití de una forma simple: por el seco río que las divide. Y lo hizo. Otra vez burló el puesto militar que estaba a 800 metros del camino. Sin pasar por un control migratorio, llegó a Anse-à-Pitres, una comunidad haitiana, para encontrarse con “el moreno”, un haitiano que lo esperaba. El afán por entregar los sacos le generó unos RD$1,350 en esa vuelta.
La inusual mercancía que intercambió provino de un arbusto de varias especies casi todas clasificadas bajo el género científico Amyris, que en la República Dominicana le llaman guaconejo y en creole haitiano bwa chandèl (leña de candela). La madera de esta planta se somete a un proceso de destilación para extraer un aceite esencial –parecido al sándalo de la India– utilizado en la elaboración de perfumes, jabones y otros productos. También se le atribuyen propiedades terapéuticas y cosméticas.
Desde el siglo pasado Haití es un productor relevante de aceites esenciales. El país se ha considerado de las fuentes más importantes del mundo de aceite de alta calidad extraído de la planta vetiver (conocida en Dominicana como pachulí). En 2016, la consultora internacional Grupo ETC reportó que 60,000 personas en ese país dependen del vetiver para sus ingresos, siendo desconocido cuántos lo hacen del guaconejo.
La industria haitiana de aceites esenciales se ha nutrido en menor medida y con altibajos de guaconejo, limoncillo y naranja amarga –o agria– como materia prima. Pero la severa deforestación en ese país, especialmente para hacer carbón, impactó en sus recursos. Aunque no hay datos de cuánto se ha afectado, reportes y conocedores del negocio consultados en ambos países coinciden en que proviene desde la República Dominicana toda la madera para extraer aceite de Amyris que Haití procesa desde hace años (hay quienes estiman más de 10 años).
El guaconejo se contrabandea pese a que cinco especies endémicas y nativas del arbusto están en la Lista Roja de la Flora Vascular Dominicana, presentada en 2016. En Pedernales se ha documentado la existencia de varias especies, como Amyris elemifera, Amyris balsamifera y la endémica Amyris granulata, que en ese inventario tiene el estado de “En Peligro”. En la provincia, y en las fronterizas Independencia, Elías Piña y Montecristi también hay de la especie nativa Amyris diatrypa, igualmente “En Peligro”.
El uso de aceites esenciales es milenario. En la Biblia se menciona que tras la muerte de Jesús, Nicodemo llevó un compuesto de mirra y aloes para el cuerpo de Cristo. El Observatory of Economic Complexity del Instituto de Tecnología de Massachusetts, que compila bases de datos mundiales, registra que en 2016 las exportaciones globales de aceites esenciales movieron más de U$4 mil millones.
Según Trade Map, una base de datos del Centro de Comercio Internacional, en 2016 Haití exportó US$24.8 millones exclusivamente en aceites esenciales, para el 7 % de todas sus exportaciones. En cambio el Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD) reporta que las del país alcanzaron US$1.5 millones. Las cifras reflejan la diferencia en importancia de este rubro en dos países que comparten una isla.
En la página de comercio electrónico amazon.com un frasco de 30 mililitros de aceite de Amyrisse vendía en mayo a US$15.75 y de 10 mililitros hasta US$8.95. A nivel mundial India y Francia son los principales países que comercializan el aceite de Amyris.
De acuerdo a Trade Map, en 2016 Haití exportó a Francia el 50.4 % del valor de su producción de aceites esenciales y a India el 4.3 %. Otros destinos fueron Estados Unidos, España y Emiratos Árabes Unidos.
A principios de mes Diario Libre contactó a una empresa cuya sede central está en el Reino Unido. Un representante –que pidió no identificar a la compañía– confirmó que esta compra a un vendedor en los Estados Unidos aceite de Amyris proveniente de Haití.
La compañía haitiana Caribbean Flavors & Fragrances informa en su página web que entre los productos que oferta para exportación está el aceite de Amyris. Al contactar por teléfono a su presidente Jean-Pierre Blanchard, este confirmó escuetamente que el guaconejo no se encuentra en su país y los haitianos lo toman en la frontera. “En la República Dominicana hay dominicanos que nos traen el Amyris”, dijo, e inmediatamente alegó que no tenía tiempo para seguir conversando y cortó la comunicación.
Las exportaciones de Haití de aceite de Amyris comenzaron entre 1940-1950. Es en el último año que se observa un afianzamiento de Pedernales como una fuente para ese país de esa materia, a pesar de que la provincia tiene el 68 % de su territorio declarado como área protegida.
Los intermediarios pagan más dinero a los contrabandistas del que conseguirían vendiéndolo a las empresas locales. Así dominicanos y haitianos, abrumados por una tasa de desempleo en Pedernales superior a 23.7 %, han encontrado en este intercambio ilegal una fuente de ingresos.
Aunque no hay estudios que cuantifiquen la población de guaconejo en la isla, las estimaciones de biólogos es que el material aprovechable y comercial pudiera desaparecer en 10 años. Lo entienden así porque los contrabandistas cada vez se adentran más hacia el territorio dominicano por haber recogido lo más cercano a la frontera. Y con apenas cinco guardaparques disponibles del Ministerio de Medio Ambiente para trabajar con el control del guaconejo en Pedernales, 16,000 sacos incautados desde agosto a abril pasados y ninguna condena, la ilegalidad supera a la respuesta.
Diario Libre