Hay indicadores económicos que demuestran que se está revalorizando el suelo, sin embargo, la explotación del mismo sigue produciendo mucha degradación y empobrecimiento, y no se mira hacia las generaciones venideras, ha afirmado la profesora del departamento de Geología y Geoquímica de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), María José Marqués Pérez.
En los últimos años “se ha hecho poco” para intentar mejorar las condiciones del suelo, ha asegurado la profesora del departamento de Geología y Geoquímica de la UAM en entrevista con Efeverde, y ha sostenido que dentro de unos años la erosión y el cambio climático podrían obligar a los agricultores a utilizar semillas adaptadas a condiciones extremas.
Erosión del suelo
El último estudio a nivel mundial sobre las condiciones del suelo se hizo en los años 90, financiado por el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y coordinado por el International Soil Reference and Information Centre (ISRIC), ha aseverado.
El estudio “Global assessment of soil degradation due to human activities (GLASOD)” o qué hacemos las personas para degradar el suelo, cuantifica esos factores y “a pesar de que hay que tomarlo con pinzas”, el mismo asegura que la erosión debida al agua “es la amenaza más extendida que hay en los suelos en el mundo”.
“En España y en todos los países que llevan siglos de cultivo, el horizonte A del suelo, es decir la primera capa donde se realizan los cultivos, se la ha llevado el agua y el viento y cada vez más estamos cultivando en suelos más empobrecidos”.
Con las prácticas agrícolas actuales no se aporta capa vegetal, más bien cada vez se va desgastando más, ha manifestado Marqués Pérez, y ha explicado que, sin embargo hay visos positivos, y por ejemplo, esta situación se está revirtiendo en el sur de España.
Aportación de capa vegetal
En zonas de cultivos de viñedos y olivos se han dado cuenta que hay que dejar crecer “malas hierbas” porque a la larga, a pesar de tener un mayor gasto de agua, las mismas protegen el suelo y aportan la capa vegetal que ha ido desapareciendo.
“Está comprobado que en los alrededores de Roma, antes de la llegada de los romanos, cada mil años se perdían dos o tres centímetros de suelo”, según la experta, pero cuando llegaron ellos, la misma pérdida se producía cada cien años, “porque los romanos labraban igual que lo hacemos nosotros”.
Así, “a base de siglos y siglos, en algunos lugares, hemos perdido dos o tres palmos de suelo, que se ha ido al fondo de los embalses, a los deltas de los ríos, al mar, como consecuencia de la erosión”.
Ha incidido en la necesidad de enriquecer el suelo, más aún cuando los fenómenos como la sequía o las inundaciones serán cada vez más graves y frecuentes.
En España, cada año se pierde una media de treinta toneladas de suelo fértil por hectárea, según datos de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica.
El suelo normal en España “debería tener un 6 o 7 por ciento por ciento de materia orgánica en buenas condiciones, sin embargo, en los campos agrícolas estos valores disminuyen mucho, para que funcionen bien, al menos deberían tener un tienen dos por ciento, pero en muchos lugares tienen menos del 1 %”.
Según la FAO, en el mundo el 33 % de la tierra está degradada, cifra que alcanza el 14 % en América Latina y el Caribe.
Estas cifras deben llevar a la adopción de las medidas adecuadas para avanzar en el cumplimiento de la meta 15.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre la neutralidad en la degradación de la tierra.
Problemas del suelo
Pero “vivimos ajenos a los problemas del suelo”, ha afirmado la profesora de la UAM, situación que se agrava aún más por el abandono del campo y el cada vez más alto porcentaje de personas viviendo en las ciudades.
Según la ONU, actualmente el 54,3 % de la población mundial (7.300 millones de personas) vive en ciudades, situación que se agravará en 2050 cuando de los cerca de 10.000 habitantes que habrá en el planeta, el 60 % vivirá en centros urbanos.
Tomando en cuenta esta situación, hay que pensar en la producción de alimentos para la población cada vez más creciente, algo que según Márques Pérez se podría conseguir con prácticas más sostenibles, aunque para ello hay que “cambiar la mentalidad, la racionalidad y educar realmente a los jóvenes sobre la sostenibilidad del suelo”.
EFEverde