La población de Santo Domingo tiene la percepción de que el agua es un recurso inagotable. Lo ve como un bien espontáneamente generado por la Naturaleza para su beneficio gratuito. No se ha percatado del costo envuelto en la operación de los acueductos. Tampoco de que los cambios ambientales inducidos por la actividad humana han mermado la disponibilidad de agua dulce. Eso sucede en las acostumbradas fuentes naturales que los habitantes de esta isla hemos usado por más de 4 mil años. Este constante agotamiento hace necesario que la población tome conciencia. Son muchas las implicaciones presentes y futuras que la tendencia actual pudiera tener para la sostenibilidad de la vida.
La cuenca del río Nizao está en la cordillera Central, en la porción sur central del país. Con un área de 1,038 kilómetros cuadrados, abarca importantes extensiones de los Parques Nacionales Juan Bautista Pérez Rancier (Valle Nuevo), Eugenio de Jesús Marcano (Montaña la Humeadora), Luis Quinn y El Conde, además de la Reserva Científica Erick Leonard Ekman (Loma de La Barbacoa). Parte de los territorios de las provincias San Cristóbal, Monseñor Nouel, La Vega, San José de Ocoa y Peravia están dentro de la cuenca. Tiene en general un fuerte relieve montañoso que alcanza los 2,500 metros sobre el nivel del mar.
La vegetación original de bosque húmedo se alterna con coníferas endémicas en las partes más elevadas. La cuenca tiene una precipitación media anual entre 750-2,000 mm. Más de 180 corrientes de agua alimentan al Nizao en su recorrido de 118 kilómetros, con un caudal medio anual de 15 m3/s. Unas 25,000 familias habitan en la cuenca, generando una densidad aproximada de 93 hab/Km2.
Por sus características naturales y por el uso que de hecho se ha establecido con las obras de infraestructura, el agua es el principal recurso a mantener y promover en toda la cuenca, aspecto que ancestralmente los indígenas reconocieron, pues Nizao significa «donde abundan las aguas». Nace en el Parque Nacional Valle Nuevo y en el parque Montaña la Humeadora nacen los afluentes Banilejo, Mahoma y Mahomita.
La población es mayormente campesina en las zonas de montaña y con relación al resto del país está menos educada, tiene menos ingresos, menos servicios públicos y vive más hacinada. Es una paradoja social que debe llamar la atención, pues los principales activos nacionales en recursos naturales esenciales están en manos del estrato social más pobre, iletrado y desatendido de los dominicanos.
Las partes media y alta de la cuenca conservaron casi intactos sus ecosistemas hasta entrado el siglo XX, gracias a que su orografía abrupta dificultó el acceso y explotación. En 1976 se inauguró la presa de Valdesia y el contra embalse las Barias, para generación eléctrica y riego. El aprovechamiento múltiple se enfatizó al construir las presas de Jigüey y Aguacate y el acueducto Valdesia-Santo Domingo, derivando 40% del agua potable servida a la Capital. Agua de la cuenca suple además al acueducto de San Cristóbal.
Las tormentas Noel y Olga fueron una evidencia costosa de la vulnerabilidad de la infraestructura y las comunidades por efecto de la degradación de los bosques.
El recurso agua generado en la cuenca Nizao beneficia directamente demarcaciones donde reside el 46% de la población total del país, en contraste con el 1% residente en ella. Esta condición y la de los ecosistemas, impone que así como se ha regulado el uso de los recursos naturales en la cuenca que los genera, deberán establecerse planes reguladores del uso de los mismos al servírseles a las grandes poblaciones citadinas.
Más de 180 corrientes de agua alimentan al Nizao en su recorrido de 118 kilómetros.