BLUEFIELDS BAY, Jamaica, AP. Los peces brillan al saltar sobre el agua, las langostas merodean entre los arrecifes y los peces lora mordisquean entre las algas frente a las costas sudoccidentales de Jamaica, donde el mar ofrece una gama de azules.
Tras la amplia destrucción de los hábitats marinos durante décadas, la fauna del mar está gradualmente recuperándose en la Bahía de Bluefields en Jamaica ahora que se ha impuesto una veda a la pesca que protege a cada pececito, erizo de mar y pargo.
Este estrecho de mar de 10 kilómetros de largo, patrullado por un pequeño contingente de guardias costeros, es una de muchas zonas de veda de pesca que están surgiendo en el Caribe, donde los arrecifes se han desgastado por la pesca excesiva, la contaminación y el calentamiento global.
“Si queremos proteger nuestro futuro, tendremos que establecer más zonas protegidas. Si seguimos dañando el medio ambiente en las zonas donde nacen y se crían los peces, ?de dónde sacaremos los peces grandes de mañana?”, expresó Wolde Kristos, director de la Asociación de Pescadores de la Bahía Bluefields, la cual presionó al gobierno jamaiquino para crear la reserva, la mayor y más protegida de las 14 que se han impuesto en las costas de Jamaica.
En todo el Caribe, crece la tendencia de crear zonas de veda de pesca a fin de recuperar la fauna marina a fin de proteger las especies marinas y asegurarse de que el ecosistema pueda resistir los embates del calentamiento global y de los cambios oceánicos.
Las zonas prohibidas se están generalizando y tanto estados de Estados Unidos como otros países han estado cerrándole el paso a los buques pesqueros de zonas que a veces abarcan 300.000 kilómetros cuadrados (100.000 millas cuadradas).
En el Caribe, tan dependiente del turismo, los grupos ambientalistas sostienen que poco más del 2% (6,8 millones de hectáreas o 17 millones de acres) de las zonas costeras están protegidas de una manera u otra. Y la extensión de zonas con la máxima protección se está ampliando.
Las Bahamas tienen la reserva pesquera más grande de la región, el Exuma Cays Land & Sea Park, de 455 kilómetros cuadrados (176 millas cuadradas). Hay otras zonas de protección marítima en las Islas Vírgenes Estadounidenses, Belice y las Islas Caymán.
Sin embargo, algunas de las zonas protegidas no existen sino en papel. Un análisis reciente del Instituto de Recursos Mundiales, una agrupación académica de Washington, halló que muchas zonas protegidas aparecen en los mapas pero no tienen los recursos necesarios para hacer cumplir las normas.
Incluso en zonas mejor vigiladas como en la Bahía Bluefields, algunos pescadores se infiltran de noche para minar las aguas. Y a poca distancia del límite permitido, es común que pescadores usen dinamita bajo el agua para coger a los peces que mueren por la explosión.
Aunque las zonas protegidas en el Caribe son relativamente pequeñas, “no cabe duda de que incluso protegiendo zonas pequeñas se ayuda a recuperar las existencias de importantes especies marinas, entre ellas el mero.
Esto ayudará a proteger la biodiversidad y a mantener a los arrecifes más robustos”, enfatizó Peter Mumby, un experto en biología marina que ha estudiando la zona de prohibición de pesca de Exuma Cays.
Su equipo halló que los corales se recuperaron mucho más rápido dentro de la reserva que en la parte de afuera. Ello es importante para el Caribe, donde según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza los corales vivos en los arrecifes comprenden hoy en día apenas el 8%, comparado con 50% en los años 70.
Los corales protegidos “son más resistentes al calentamiento de los océanos y a otros efectos del cambio climático”, expresó Mark Hixon, un experto en biología marina de la Universidad de Hawai. Ello se debe en gran parte en que son hábitat de más especies marinas.
Las investigaciones demuestran también que los pescadores eventualmente pescan más cuando una reserva cercana permite que los peces se reproduzcan y pueblen la zona. Mientras más grande los peces, más peces habrá ya que los peces grandes ponen más huevos.
Un estudio en el 2010 de zonas protegidas en el Gran Arrecife de Australia demostró que la cantidad de peces se duplicó cuando se implementó la prohibición de pesca, y que la población de especies marinas en zonas aledañas también creció.
En St. Lucia, los pescadores resistieron duramente cuando el gobierno cerró el acceso a 35% de los arrecifes de coral en los años 90. Durante dos años, la actividad pesquera fue restringida severamente.
Pero en espacio de cinco años, la cantidad de peces se disparó, hasta en 90% en algunas partes. “Antes recibíamos amenazas de los pescadores, pero hoy en día hasta nos piden que creamos más reservas porque la situación de ellos ha mejorado tanto”, destacó el director de asuntos marinos de St. Lucia, Peter Butcher.
Vía: Hoy