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Informe al PNUD sobre Cueva o Abrigo de La Majagüita

INFORME PARA EL PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO -PNUD-SOBRE EL INTERES CULTURAL DE LA CUEVA DE “LA MAJAGÜITA”, RIO JAGÜEY, LOMA MIRANDA, LA VEGA, REPUBLICA DOMINICANA.

Introducción:

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Los grupos aborígenes que habitaron las islas del Caribe tuvieron sus deidades a las que rendían culto regular, y a las que representaban físicamente en determinados sitios, atendiendo a la asociación de estos sitios con determinados fenómenos.

Por lo regular, para estas representaciones recurrían a accidentes naturales de gran permanencia o inamovilidad, como son las cavernas, cuevas, abrigos o grandes rocas, las que en ocasiones daban forma a espacios de especial ubicación o atractivo, convirtiéndose así en espacios mágicos o de fuerte convergencia energética.

Estos espacios devenían en ser lugares para la práctica ritual peticionaria o convocante de las energías que, según sus tradiciones y mitología, determinaban el curso de los fenómenos naturales, tales como las lluvias, los huracanes, las tormentas, las inundaciones, las sequías y los terremotos.

De gran importancia para el estudio de las culturas amerindias han resultado estos sitios arqueológicos y rupestres, diseminados por el todo el territorio de la República Dominicana, indicando con ello la gran población que existía en nuestra isla a la llegada de los europeos finalizando el Siglo XV.

Gracias a la presencia de estos sitios y sus expresiones rupestres, sean en pinturas (pictografías) o en grabados (petroglifos), se mantiene un seguimiento de la información cultural indígena y se elabora un mapa para la interpretación del uso dado a los recursos naturales de estas primeras culturas caribeñas.

Por esa labor de seguimiento es que se hace tan necesaria e importante la conservación de los sitios rupestres localizados, lo que incluye, naturalmente y en gran medida, la conservación y estudio del área de Loma Miranda y de sus accidentes naturales, principalmente de sus fuentes de agua y las zonas llanas que fueron utilizadas para el asentamiento de los pueblos aborígenes que habitaron esta zona.

DESCRIPCION DE LA CAVIDAD DE “LA MAJAGÜITA”.

Se trata de un espacio determinado por la presencia de dos grandes bloques de caliza, conformando un abrigo de 12 metros cuadrados y 2.40 metros en su punto más alto, en tanto que su punto más bajo es de 0.40 centímetros.

Es abundante la vegetación que rodea esta cavidad, destacándose las altas especies nativas como “cigua prieta (Licaria triandra), mara (Calophyllum calaba) y cabirma (Guarea guidonia)”. También son abundantes las especies arbustivas como el jengibre

cimarrón (Renealmia occidentalis); pringramosa (Tragia volubilis); grayumbro (o yagrumo, DAC), (Cecropia schreberiana); Aniceto (Lulania ekmanii); palo de vaca (Bauhinia monandra) y timacle (Chiococca alba)”. (Portorreal y Tavárez, 2011).

Geográficamente, la ubicación de este sitio o estación rupestre es Lat. N. 19o, 6 ́, 38.722”, y Long. W. 70o, 28 ́, 59.32”. En coordenadas UTM su ubicación es (19Q) 0343989 y 2113744.

El mayor número de petroglifos se encuentra grabado en la roca que delimita el abrigo hacia el oeste, mientras que otros petroglifos aparecen en una roca más pequeña de 1.50 metros de largo por 0.40 metros de espesor.

Otro petroglifo, de bastante realce, ubicación, esmero en su terminación y especialización funcional, aparece en la roca mayor, que es la que sirve de “techo” inclinado a la cavidad.

El piso del abrigo está compuesto por una acumulación de derrubios y restos de limo, depositado en el interior por las pequeñas corrientes ocasionales que bajan junto a la cavidad para caer en el río Jagüey, que corre unos metros 22 metros más abajo en época de estiaje.

DESCRIPCIÓN DE LAS MANIFESTACIONES RUPESTRES EN EL SITIO.

Un conjunto de 16 (dieciséis) petroglifos aparecen grabados en el sitio rupestre de la Cueva o Abrigo de “La Majagüita”.

Al llegar al sitio, la primera figura que se destaca es humana y de un abultadísimo abdomen con una depresión en el centro. Se encuentra colocada en la parte más alta de la roca que le sirve de soporte. La numeraremos Figura No. 1 (uno).

La figura que le sigue en notoriedad física, también humana, se presenta de cuerpo entero, con los brazos acodados hacia arriba y hechos con doble trazado. La pierna derecha recta y la izquierda trazando un arabesco o greca hacia dentro. De la cabeza salen formas, no necesariamente orejas, sino algún tipo de tocado. La numeraremos Figura No. 2 (dos).

Otra figura humana, colocada junto a la Figura No. 2, se presenta con doble surco definiendo la cabeza, la boca muy abierta y dos surcos oblicuos que atraviesan toda la cara y cabeza a partir de la parte superior de las fosas nasales. La numeraremos Figura No. 3 (tres).

Dos figuras antropomorfas similares entre sí, poco separadas, pero de tamaño diferente, aparecen entre la Figura No. 1 y la Figura No. 3, muy visibles las cabezas, pero no tanto sus respectivos cuerpos. Se encuentra más arriba de la Figura 3, pero más bajo que la Figura 1. Las numeraremos Figura No. 4 (cuatro) a la más grande, y Figura No. 5 (cinco) a la más pequeña.

Una figura antropomorfa, de cuerpo entero, colocada debajo de la Figura No. 3, con sus brazos hechos en doble trazado y definiendo curvas (no ángulos) hacia arriba. En las “manos” parece sostener objetos esferoidales. La numeraremos como Figura No. 6 (seis).

Una figura antropomorfa, solo notable por la presencia de la cabeza, muy poco pronunciados ojos, boca y el resto del cuerpo. La numeraremos como Figura No. 7 (siete).

Una figura antropomorfa, notable por los surcos que salen de sus ojos hacia abajo, un poco oblicuamente. Presenta grandes orejas, aunque no colocadas a la misma altura. Piernas cortas y brazos un poco más largos que las piernas realizadas en trazos simples bien definidos. La numeraremos como Figura No. 8 (ocho).

Figura antropomorfa, muy diminuta, cabeza presentando ojos entrecerrados, no presenta el resto del cuerpo. La numeraremos como Figura No. 9 (nueve).

Figura antropomorfa, con cabeza de redondez casi perfecta, el cuerpo definido por un surco vertical. La numeraremos No. 10 (diez).

Conjunto de trazos rectos y muy finos, colocados a la derecha de la Figura No. 10. Numeraremos este conjunto de trazos o rayaduras como Figura No. 11 (once).

Segundo conjunto de trazos rectos y muy finos, definiendo un hexágono irregular no cerrado y conteniendo en su interior una imagen circular poco visible. Lo numeraremos como Figura No. 12 (doce).

Colocado en la roca más grande y que sirve de techo inclinado, en solitario, haciendo frente a las demás figuras, se encuentra un petroglifo muy bien definido, en altorrelieve, de grandes ojos y bien definido espacio bucal, relevando además la dentadura. La numeraremos como Figura No. 13 (trece).

Colocado en la roca más baja se encuentra un petroglifo bien definido por surcos en las partes inferior y lateral derecha, al que numeraremos como Figura No. 14 (catorce).

Separados de la Figura No. 14 por dos profundos surcos, y colocados del lado abajo de ésta, se encuentran dos pequeños petroglifos. Uno con ojos y boca bien definidos, a la que numeraremos Figura No. 15 (quince), y otro más pequeño que la Figura No. 15, solamente con ojos, que numeraremos como Figura No. 16 (dieciséis).

POSIBLES CAUSAS DE LA PRESENCIA DE ESTOS PETROGLIFOS EN ESTE SITIO ALTO DEL RIO JAGÜEY Y EN LOMA MIRANDA.

Evidentemente no pasaba desapercibida para nuestros aborígenes la fuerza de los vientos que, viniendo del este (vientos alisios), ascendían por el cauce del Río Jagüey

elevándose –a veces estruendosamente– desde la zona llana del Valle de la Vega Real hasta las alturas de las montañas que les recibían cargados de humedad.

Tampoco pasaba desapercibido para ellos la respuesta de las montañas, que al recibir tales descargas de humedad las devolvían en pequeñas y grandes corrientes organizadas cañada abajo por el mismo río Jagüey.

Para nuestros aborígenes estaba suficientemente claro que esas aguas, organizadas corriente abajo, eran altamente provechosas para sus siembras en las llanuras que comenzaban inmediatamente abandonaba el río las faldas de Loma Miranda.

Todos esos “fenómenos” y elementos: el viento, las nubes, las lluvias, el cauce, las piedras, el rio, la llanura, la tierra, la vegetación, sus siembras y sus cosechas estaban íntimamente vinculadas a las voluntades de las deidades en las que creían.

En atención a esas creencias, nuestros grupos aborígenes tenían localizados esos sitios de convergencia energética donde podían comunicarse con ellos en caso de la falta o exceso de alguno de esos “fenómenos” y elementos.

Y es esa la razón de la presencia en la Cueva o Abrigo de “La Majagüita” de 16 petroglifos representantes de esos “fenómenos” y elementos. Esto hace de este sitio uno de los lugares de reuniones propiciatorias más notables de esta región, comparable con lugares como la “Cueva del Ultimo Cielo”, en la zona de nacimiento del río Yuna; con la “Cueva de la Piedra Letrada”, la “Cueva de la Cañada de los Huesos”, todas con petroglifos asociados a la producción de agua de las provincias La Vega y Monseñor Nouel.

IDENTIFICANDO DEIDADES EN LA CUEVA O ABRIGO DE “LA MAJAGÜITA”.

En atención a las investigaciones realizadas en el Caribe, relacionadas con la identidad y propósito de los diferentes dioses de los grupos aborígenes que habitaron nuestras islas, tenemos las opiniones de diferentes estudiosos a lo largo de muchos años, comenzando naturalmente con el propio Cristóbal Colón, que en una de sus cartas sobre el “descubrimiento” menciona que “Igualmente la mayor parte de los caciques tienen tres piedras a las cuales ellos y su gente tienen gran devoción. La una dicen que es buena para los cereales y las legumbres que han sembrado; la otra para parir las mujeres sin dolor, y la tercera para el agua y el sol cuando ha menester”.

Colón había designado a un fraile para que obtuviera información sobre las costumbres de nuestros aborígenes, Fray Ramón Pané, y se debe a él la mayor cantidad de información respecto tanto a las creencias como a los nombres de las deidades veneradas por nuestros tainos.

Fray Ramón Pané enumera en el primer capítulo de su “Relación Acerca de las Antigüedades de los Indios”, como tituló a su obra, una parte de estas deidades: “Cada uno, al adorar los ídolos que tienen en casa, llamados por ellos cemíes, observa un particular modo y superstición. Creen que está en el cielo y es inmortal, y que nadie puede verlo, y que tiene madre, más no tiene principio, y a éste llaman Yúcahu Bagua Maórocoti, y a su madre llaman Atabey, Yermao, Guacar, Apito y Zuimaco, que son cinco nombres”.

Fig. No. 1, Imagen de Atabey
Fig. No. 1, Imagen de Atabey

La Figura No. 1. José Juan Arrom, en su obra “Mitología y Artes Prehispánicas de las Antillas”, se refiere al primer nombre de ésta: Atabey, y llama la atención sobre el trabajo del americanista Daniel G. Brinton, “a quien se debe la magistral monografía que relacionó la lengua taína con la arahuaca”. Y es en ese trabajo de Brinton que se determina que el significado de Atabey es “Madre de las Aguas”, y es ésta la que aparece en primer término y colocación superior en la cueva o Abrigo de La Majagüita, y que es la Figura No. 1 que presentamos aquí, con su vientre abultado (característica de la maternidad) y con una depresión en el centro, Atabey, la “Madre de las Aguas”.

La Figura No. 2, con los brazos en doble trazo, representando fuerza y poder, no está completamente identificada, pero es posible que esté asociada o represente a Guabancex.

Fig. No. 2, Centro, Guabancex.
Fig. No. 2, Centro, Guabancex.

Fray Ramón Pané, al referirse a Guabancex, la identifica así: “El cual cemí es mujer, y dicen que hay otros dos en su compañía; el uno es pregonero y el otro recogedor y gobernador de las aguas”. En esta cavidad de Loma Miranda aparecen estas dos figuras que están colocadas entre ella (Guabancex) y la figura de Atabey: las figuras Nos. 4 y 5, que representarían a Guataubá y a Coatrisquie.

La Figura No. 4 aparece con la boca bien abierta (Guataubá pregonero?), a diferencia de la Figura No. 5, que no presenta boca visible.

Atendiendo al resumen y la definición hechos por Robiou Lamarche, Guataubá era el cemí “encargado de pregonar y ordenar a otros cemíes a producir mucho viento y lluvia. En compañía de Guabancex y Coatrisquie formaba la tríada de cemíes que producían las tormentas destructivas, los huracanes; una posible manifestación encolerizada de Atabey”.

Atabey, Fig. 4, Guataubá y Fig. 5, Coatrisquie
Atabey, Fig. 4, Guataubá y Fig. 5, Coatrisquie

La Figura No. 3 nos sugiere ser Márohu. Veamos su caracterización. Según Fray Ramón Pané, al referirse por primera vez a Márohu, dice: “Y en dicha cueva (Iguanaboina) había dos cemíes, hechos de piedra, pequeños, del tamaño de medio brazo, con las manos atadas, y parecía que sudaban. Los cuales cemíes estimaban mucho; y cuando no llovía, dicen entraban allí a visitarlos y en seguida llovía. Y de dichos cemíes, al uno le llamaban Boinayel y al otro Márohu”.

La interpretación hacia su identificación realizada por José Juan Arrom a partir de análisis lingüísticos, llega a la siguiente conclusión: “El nombre del primer gemelo,

Boinayel, de acuerdo con lo que ya se sabe, significa  ́Hijo-de-Boina ́, la Serpiente Parda. El nombre del otro gemelo, Márohu, es fácilmente analizable como  ́Sin Nubes ́, o traducido con mayor libertad, Espíritu del Tiempo Despejado. Y de ahí que el Señor del Buen Tiempo y su gemelo el Señor de la Lluvia se venerasen juntos en la Gruta de la Iguana y la Serpiente Parda”.

Tenemos entonces a Boinayel, Señor de la Lluvia, y a Marohu, Señor del Buen Tiempo. Boinayel, quizás la deidad más representada en cuevas y otros sitios rupestres, está claramente identificado por presentar dos profundos canales verticales a partir de sus ojos, por donde corrían sus lágrimas a transformarse en lluvia. O como dice Arrom, “Y las gotas de agua que al deslizarse por la faz de los dioses se convertirían en lágrimas serían, por magia imitativa, presagio y promesa de las que habían de caer sobre las sedientas cosechas”.

Sebastián Robiou Lamarche define a Máhoru de la siguiente manera: “Espíritu del Tiempo Despejado… Formaba parte del triunvirato regidor del balance climatológico. Vinculado a lo solar, al tiempo despejado, el cual producía cuando le desataban las manos”.

Fig. No. 8, Boinayel
Fig. No. 8, Boinayel

En esta Cueva o Abrigo de La Majagüita tenemos bien identificado a Boinayel (Figura No. 8), cuya característica principal son las acanaladuras verticales que salen de sus ojos. Y en oposición a esta característica, a Márohu, similar a Boinayel por ser su gemelo, pero con las acanaladuras oblicuas, en sentido diferente, no salen de sus ojos, por lo tanto no hace llover, hace el tiempo despejado y bueno. Además, esta representación de Márohu exhibe doble trazo sobre su cabeza, lo que puede estar significando al sol o al arcoíris, ambos elementos indicadores de buen tiempo y cese de las lluvias.

Fig. No. 6 Guabancex o deidad desconocida
Fig. No. 6 Guabancex o deidad desconocida

La Figura No. 6, colocada debajo de la Figura No. 3 (Máhoru) y junto a la Figura No. 2 (¿Guabancex?), aparece con dos de las características de ésta: brazos de doble trazado, representando fortaleza; y flexados hacia arriba, pero en forma de curvas suaves, tal y como aparece Guabancex en otras manifestaciones en las que suele representársele con un brazo curvado hacia arriba y otro hacia abajo.

Pero además, en este caso de la Cueva de “La Majagüita, en Loma Miranda, la Figura No. 6 es parte del trazado de la Figura No. 2, de Guabancex, pues es parte de su pierna derecha, extendida, y porta en sus manos objetos esferoidales, probablemente representando rocas, de las que arrastran los ríos y que se vuelven destructivas en las grandes crecidas. Recuérdese que esta acción destructiva es la que resalta Fray Ramón Pané cuando al referirse a Guabancex dice: “Y dicen que cuando Guabancex se encoleriza hace mover el viento y el agua y echa por tierra casas y arranca los arboles”.

Lógico es deducir también la asociación de movimiento de rocas rio abajo provocado por esta cólera de Guabancex, por lo que resulta esta presencia de otra representación de la diosa o de un ignorado demiurgo hasta ahora.

Fig. No. 13, Yucahuguamá
Fig. No. 13, Yucahuguamá

La Figura No. 13 nos luce como la representación de Yúcahu Bagua Maórocoti, hijo de Atabey, “que está en el cielo y es inmortal, y que nadie puede verlo, y que tiene madre mas no tiene principio…”, según Fray Ramón Pané, también identificado como Yucahuguamá, el mismo que habló con el cacique Caícihu, advirtiéndole de la futura llegada de los españoles, “… una gente vestida, que los habría de dominar y matar, y que se morirían de hambre”.

A juicio de José Juan Arrom, la evidencia reunida en resumen de la búsqueda tras la identificación de Yúcahu Bagua Maórocoti y Yucahuguamá, permite “traducirse libremente por  ́Espíritu de la Yuca y del Mar ́,  ́Ser sin Antecesor Masculino ́ y Señor Y ucador”.

La imagen de Yucahuguamá que aparece en esta cavidad es la representación plana de la que aparece tridimensionalmente en algunos trigonolitos, típicos soportes mobiliarios de tres puntas, “y que creen que hacen nacer la yuca”, como indica Pané.

Es lógico entonces que en un sitio donde nace el agua que va a regar las llanuras donde va a producirse yuca, aparezca esta representación de uno de los dioses más representativos de la imaginería, iconografía y mitología tainas, junto además con todo un resto de deidades responsables de esa producción de agua.

Las Figuras Nos. 7, 9, 10, 14, 15 y 16, todas antropomorfas, no presentan detalles que puedan ser útiles para identificarlas con las descripciones hechas por los cronistas de indias o los investigadores posteriores.

En cuanto a las Figuras Nos. 11 y 12, producidas por el rayado con un instrumento filoso, probablemente alguna punta de sílex, no puede abundarse mucho. De todas formas, la Figura No. 12, que define un hexágono irregular, y que presenta en su interior una imagen circular apenas visible, pudiera ser la representación de una guanara, encierro al que se conducían personas enfermas para que sanaran.

Es posible que la propia Cueva o Abrigo de “La Majagüita” haya sido utilizada como guanara en algún momento, y que la representación que aparece en ella haya sido parte de algún ritual de propósito curativo para la persona depositada en su interior.

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CONCLUSION

Vista la importancia natural, espiritual y económica que tuvo este sitio para los habitantes de la zona pertenecientes a la cultura taína, y probablemente para poblaciones pertenecientes a culturas anteriores a la taína, se plantea la hipótesis de que algunos lugares planos de la Loma Miranda y de otras elevaciones circundantes, estuvieron poblados tanto por cultivadores de yuca y otros rubros, así como por personal especializado en el contacto espiritual (behiques y sus familias) con las deidades representadas en la cueva bajo estudio y conservación.

Los materiales de estudio rupestre localizados en la Cueva o Abrigo de “La Majagüita” han de convertirse en referente importante para los estudios de arte rupestre indígena, principalmente Taíno e Igneri, tanto en las repúblicas Dominicana y de Haití, como en las demás islas de Las Antillas

Pocas veces hemos encontrado conjuntos rupestres aborígenes grabados sobre roca tan precisos en su representación y tan identificados con el entorno y con lo que significaron para sus autores.

Estos elementos culturales localizados en Loma Miranda deben servir para garantizar la protección e inalterabilidad tanto del espacio estudiado como de sus contornos.

Aunque el suelo de la cavidad fue ligeramente alterado, creemos que es obligatorio realizar excavaciones en esta cueva tras la localización de otras evidencias arqueológicas asociadas a las manifestaciones rupestres reportadas. De manera que como estuvieron involucrados en el informe preparado para la Xstrata Nicquel, sería conveniente que le dieran seguimiento y realizaran algún sondeo en la cavidad.

DOMINGO ABREU COLLADO

Arqueólogo, Espeleólogo, Ambientalista.

DANIEL DUVAL

Fotógrafo, Estudioso de Arte Rupestre.

FRANCISCO RESTITUYO

Alcalde de La Piedra, Acapulco. (Guía)

ASAMBLEA NACIONAL AMBIENTAL –ANA-, Inc. 11 de marzo, 2013.

BIBIOGRAFIA.- ARROM, José Juan. “Mitología y Artes Prehispánicas de Las Antillas”. Siglo

Veintiuno Editores. 1989.

ARROM, José Juan. “Nueva Versión con Notas, Mapas y Apéndices de la Relación Acerca de las Antigüedades de los Indios”. Editorial de Ciencias Sociales, calle 14 No. 4104, Playa, Ciudad de La Habana, Cuba. 1990.

PANE, Fray Ramón. “Relación Acerca de las Antigüedades de los Indios”. 1498.

PORTORREAL, Fátima y Clenis Tavárez. “Exploración de Abrigo rocoso en Loma Majaguita, La Vega, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, Museo del Hombre Dominicano. 2011.

ROBIOU Lamarche, Sebastián. “Mitología y Religión de los Taínos”. Editorial Punto y Coma, San Juan, Puerto Rico. 2006