En el ala derecha de la carretera que conduce a Manabao en Jarabacoa, siguiendo una enredadera de tayota y granadillo, se escucha la sinfonía del río que es vecina del proyecto ecoturístico Sonidos del Yaque. Situado en el área denominada Los Calabazos, las casas de madera rústica, bordeadas de trinitarias florecidas, fue hace 13 años una idea alimentada en el seno del Club de Madres Nueva Esperanza, que reclamaba un espacio para canalizar sus impaciencias y necesidades.
Es sábado por la mañana y en ruta a las galerías de Sonidos del Yaque, se suma Ronelbi Abreu Batista, el adolescente que recoge florecitas silvestres para regalárselas a las visitas. Las mujeres reunidas en el Club de Madres primero servían café y comida criolla a los turistas que disfrutaban la adrenalina del rafting en la cascada del río. Allí abrieron una ventana de oportunidad y desarrollo desde el turismo sin sacrificar el ambiente.
Conciencia
La líder de Sonidos del Yaque, Esperanza Marte Victoriano, camina varios metros hasta encontrar el cesto de la basura. “Es una lucha de todos los días”, musita sobre las labores de concienciación que les ocupa en torno al manejo del desperdicio.
Con el tiempo, a las tazas de café, arroz, habichuelita y las plantitas obsequiadas a los turistas, se agregaron las casas para completar el albergue gracias al impulso del Plan Nagua de Quebec, Canadá. La entidad realizó un concurso de proyectos comunitarios, el cual ganaron las mujeres de Los Calabazos en 1999. “Pusimos el terreno y parte de la mano de obra”, recuerda Esperanza. Y así levantaron cinco cabañas y diez habitaciones.
Catorce años después aumentaron a trece las estancias donde los turistas conviven con la naturaleza y duermen en un lugar donde su gente produce su propia electricidad, reforestan los nacimientos de agua, enseñan a proteger las aves y suelen hervir el mejor sancocho de la zona. Las familias de Sonidos del Yaque son dueñas de una hidroeléctrica, el sistema de biogás y planta para manejo de aguas residuales.
LA URGENCIA:
La motivación principal para levantar un proyecto ecoturístico que fuera sostén de las familias, fue la cantidad de niños y niñas que morían por desnutrición. “Eso partía el alma”, asegura Esperanza. Las mujeres formaron comité de salud y aprendieron a nutrir a sus hijos e hijas con alimento del entorno. “Jamás se ha vuelto a morir un niño, no porque conseguimos riqueza, sino porque hemos aprendido a prevenir y buscar soluciones”, afirma.
AMENIDADES: Sonidos del Yaque ofrece desayuno, almuerzo y cena a los huéspedes. También permiten llevar la comida si los grupos desean preparar algo en particular. En el lugar, el río toma sus mejores melodías durante el día y la noche. Organizan días de fogatas, senderismo, excursiones para el Pico Duarte y fiestas típicas, acompañadas de un frío chapuzón en las aguas del Yaque del Norte. Sonido del Yaque se destaca por buscar el desarrollo de la comunidad a través del turismo sostenible y por sus excelentes precios. Más información: sonidodelyaque@gmail. com y (829) 727-7413.
Al ladito del Yaque
La llovizna de enero se deja sentir. Y el frío también. La temperatura no asusta a una pareja de turistas que, luego del desayuno y mochila al hombro, decide perderse en el monte, siguiendo la ruta del puente colgante que desafía la danza burbujeante del río.
De Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Cuba, Haití, Canadá, han recibido turistas y de distintas provincias del país, sobre todo de Barahona, San Juan de la Maguana, Moca, La Vega, Santiago, informa Ivelisse Batista, gerente del proyecto.
Practicantes de yoga ocupan los domingos el segundo piso del restaurante para desarrollar la rutina espiritual entre pinos y trinar de pajaritos. El año pasado, el staff de “Los mangos bajitos” realizó fílmicas en Sonidos del Yaque, cuenta Esperanza con la alegría dibujada en las pupilas.
En Los Calabazos hay 35 viviendas y todas disfrutan de la electricidad producida en la propia comunidad. Entre cien y 200 pesos pagan mensualmente para labores de mantenimiento y “tener un fondo para las emergencias”, asegura la dirigente comunitaria.
En la vitrina se exhiben las manualidades confeccionadas por las mujeres del sitio. “Lo que más le gusta a los turistas es convivir con la gente y escuchar las historias del campo”, relata Esperanza, quien no se cansa de aspirar y fraguar. De hecho, este 2013 planea volver a instalar internet (lo tenían y le robaron el cableado), adquiri un vehículo y construir cabañas en el segundo nivel de las que tienen.
Independencia y sustento
“Las mujeres éramos cero a la izquierda. El proyecto le ha dado futuro a la comunidad. Antes las mujeres solo fregaban y atendían muchachos. Ahora dedican un tiempo a la casa y otro al proyecto, aparte de que no tienen que pedir dinero”, cuenta Esperanza con satisfacción.
Recomendación de Eco Guía
El complejo se integra a la comunidad, la cual ofrece tranquilidad e inmersión total en la vida rural dominicana. Sonidos del Yaque está completamente administrado por la comunidad a través del Club de Mujeres Nueva Esperanza. Además de ser comunitario, el proyecto es ecosostenible con el uso del agua del río para la producción de electricidad, la cual ofrece energía limpia a treinta familias. El biogás es también producido localmente, mediante el reciclaje de la materia fecal tanto de humanos como de animales. No se pierda la sabrosa comida típica, todas las verduras, vegetales y carnes son producidas en la comunidad de forma orgánica, tampoco su pintoresco puente colgante con vistas espectaculares del río Yaque del Norte.
UN ESPACIO PARA EL TURISMO SOSTENIBLE
En un clima de bosque húmedo subtropical, adornado de cabañas de madera, el proyecto Sonidos del Yaque es un ejemplo de sostenibilidad en el sector turístico. Hace de su reducido espacio un lugar en completa armonía con la naturaleza, de poco impacto antropogénico y varios aportes a la ecología. Sus instalaciones se nutren de plantas propias para la generación de luz eléctrica y gas propano Gracias a la colaboración de distintas organizaciones, el proyecto del Club de Mujeres de Nueva Esperanza cuenta con una planta generadora de gas líquido a partir de residuos y materias en descomposición, un acueducto que transporta el agua cristalina desde la falda de la loma y una planta hidroeléctrica que genera la luz eléctrica que consume la comunidad. Además, maneja la recolección de materiales biodegradables y reutilización de otros no biodegradables para la elaboración de nuevos productos.
Ví: Grisbel Medina y Jesenia De Moya
Listín Diario