Por: Ruddy Dotel
La República Dominicana tiene grandes potenciales para la ocurrencia de depósitos mineros viales de pequeña a mediana y grande escala para minerales metálicos, entre ellos oro y plata.
En la provincia Monseñor Nouel, comunidad de Blanco, paraje El Higo, ubicado a 20 kilómetros de Bonao, tenemos un yacimiento aurífero con un potencial de 5.0 millones de tonedas métricas, conteniendo 5.0 gramos de oro por tonelada.
En esta zona se encuentra la reserva forestal Juan Bautista Rancier, protegida por el decreto 199-92, así como las presas de Blanco y Pinalito, decenas de arroyos, manantiales y las fuentes acuíferas Arroyón, Tireo y Blanco, afluentes del río Yuna, que irriga a la región norte hasta Samaná.
Una eventual explotación de esta mina a cielo abierto contempla la remoción de material estéril, la deforestación de miles de árboles, creando todo este drenaje y decantación de sólidos la alta contaminación de la escorrentía de agua dulce existente en las montañas de la Cordillera Central.
De explotarse esta mina, la composición química del yacimiento El Higo no es apta para la aplicación de métodos tradicionales empleados en la industria minera en la recuperación del oro, por los elevados costos forestales, ambientales y la desaparición de todos los ríos.
La metodología usada para la explotación del oro es a base de una molienda fina en pulpa de cianuro en solución con un balance elevado en daños a la flora, fauna y al ser humano.
Además, este proceso requiere hornos industriales de alta temperatura, con demanda de grandes cantidades de agua para su enfriamiento con el uso de mercurio, con un impacto ambiental catastrófico.
La madre y protectora de la ecología Aniana Vargas, ida a destiempo, levantó su voz a todos los pueblos para defender las aguas y bosques de este país.
En primer orden luchó contra la empresa minera Hispaniola, S.A., que pretendía sacar el oro donde nacen los principales ríos y producir lamentables devastaciones ecológicas.
Debemos estar alerta porque la Barrick Gold maquina ahora para lograr la explotación de esa mina, pero se ha olvidado de que la vida vegetal, animal y humana es la más grande riqueza de que disponen los pueblos.
No se puede cambiar el oro por la vida animal, vegetal y humana.
No podemos cometer el grave pecado de querer destruir la naturaleza donde tenemos que vivir, ni envenenar su estómago para después asistir a sus funerales o ser parte del entierro definitivo del porvenir.
Vía: El Caribe