El anuncio del Ministerio de Medio Ambiente de que dará un año más de plazo para el retiro de los cultivos de ciclo largo en el Parque Nacional de Valle Nuevo, entiéndase aguacates y fresas, no es otra cosa que caer en una trampa ya recurrente de los ocupantes: jugar al cansancio y el olvido para seguir lucrándose a costa de la depredación burda de la «madre de las aguas».
Desde el año 2017 el gobierno ha sido reiteradamente permisivo y poco diligente en ponerle fin a lo que ha sido una tradición de impunidad y violación a las leyes, mediante cultivos intensivos y extensivos en grandes extensiones de terreno de la vertiente sur de Valle Nuevo, las prórrogas consecutivas estuvieron mal entonces, están mal hoy y estarán mal mañana (sí, leyeron bien, mañana).
No han valido las sentencias judiciales ni los reclamos sociales, pasamos de una gestión indecente y burlona encabezada por Ángel Estévez, que no sólo hizo caso omiso a los mandatos de judiciales y las propias resoluciones del Ministerio que dirigió, sino que estimuló la ocupación de nuevas áreas y la siembra de aguacates en el área protegida; para caer entonces en una gestión encabezada por Orlando Jorge Mera, quien en primera instancia ha asegurado que hará cumplir la ley, pero que sin embargo ha venido postergando en tres ocasiones el deber asumido.
La actitud del Ministerio de Medio Ambiente frente a una parte de los productores agrícolas de Valle Nuevo viene a ser el equivalente jurídico de dar un plazo para que un sector en particular acate por ejemplo la ley que obliga a respetar las señales de tránsito o posponer el cumplimiento de aquellas que penalizan los delitos contra la sociedad.
No cabe duda de que la lenidad y procrastinar el cumplimiento de la palabra empeñada por las autoridades serán el mejor incentivo para que quienes se han servido durante mucho tiempo de nuestros recursos naturales, lo continúen haciendo con la tranquilidad que brinda la certeza de que siempre tendrán el privilegio de la impunidad y de un nuevo chance para seguir enriqueciéndose.
Hay que ser justos y reconocer que en la actual gestión hay personas que han dejado el forro en el camino por lograr la liberación definitiva de Valle Nuevo, incluso para admitir que el propio Ministro parecería dispuesto a ejecutar el mandato de la ley: pero «hay un algo» que parece detenerlo.
En el pasado «ese algo» fueron las influencias de un expresidente, un obispo, políticos del patio y hasta la poderosa Junta Agroempresarial, que lograron anestesiar los llamados a ejecutar la ley y «el deber ser». Albergamos con optimismo que pronto nos demuestren que estamos equivocados.
Sin embargo, mientras impere la ausencia de planificación, la carencia de un régimen de consecuencias y la falta de voluntad política para hacer cumplir la ley, solo queda decir que el destino de Valle Nuevo y nuestros parques nacionales seguirá siendo padecer su secuestro, bajo la larga agonía de las prórrogas sin final.
Nelson Bautista