(A una ceiba gigante)
Quiero saber el nombre con que te llama el ave
que anida en tu regazo.
¿Cuánto te sabe el suelo que sostiene tu sombra
y se amarra a tu peso?
¿Qué murmura el insecto cuando enrolla tus hojas
o roe tu esqueleto?
¿Será mágico el eco de la voz que te narra
y te encierra en sus cuentos?
¿A dónde va, cargado de tu aliento de nubes
después de darte un beso,
el viento que se limpia en tus hojas y tus ramas,
en tus flores y sueños?
¿Qué le dice a la tierra la lluvia que te lava
primaveras e inviernos?
¿La babosa que lame los pliegues de tu falda
o el musgo que te cubre los tobillos abiertos?
¿La lombriz que fecunda los tortuosos caminos
de raíces y pelos?
¿Cómo te llaman, árbol? ¿Quién te nombró primero?
Quiero saber si afectan a tu verde follaje,
tu vocación de cielo,
tu hambre de sol y agua; a tu destino incierto
llamarte alma o destino,
dios, sustento…., o espejo.
Si importan a tu savia las palabras, los versos;
la ciencia que te explica, el libro en que te leo.
Si simplemente, eres, -tú mismo-, sin misterio.
Sin saber que te saben,
que eres tú el universo,
la razón de una estirpe:
lo soñado en un sueño.
Luis Carvajal